Introduccion

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En las profundidades del océano habitaba una civilización que nosotros pensábamos perdida, el magnífico Reino de Atlantis...

En él, todas las criaturas del mar vivían en armonía con sus habitantes; así como la vida en la superficie, ellos llevaban un estilo de vida muy similar al que nosotros conocemos. Atlantis estaba ubicada cerca del mar de Tirreno, lo que hoy conocemos como Sicilia, Italia. Pero nuestra historia no comienza ahí, sino con un pequeño monarca.

El primogénito de los reyes Dorothes y Amara de Atlantis, el príncipe Dorian, un joven alto de cabello dorado y ojos azules cual el Mar Caribe, desde pequeño mostraba fascinación por todo lo que el mar tenía para ofrecer, su idea era que todas las vidas deben ser protegidas, desde la criatura más temible hasta la más débil.

Cuando llegó el quinto cumpleaños del príncipe, se llevó a cabo una de las más antiguas tradiciones atlantianas, la ceremonia para escoger un compañero espiritual; todos los jóvenes atlantianos a esta edad debían pasar por este ritual en el bello salón de lirios, para unirse en mente y alma a una criatura para siempre. Muchos de sus compañeros escogieron hipocampos, medusas, delfines inclusive cangrejos pero él fue el único que prefirió salir del reino y ser escogido, en el salón se arrodilló y pidió permiso a los grandes maestros de ver más allá de las murallas, accedieron y todos se ofrecieron a escoltar al pequeño príncipe; aunque el rey se negó y dictó que nadie más que él acompañaría a su hijo.

El rey Dorothes, un hombre en sus cincuenta, ligeramente robusto y con una cabellera de rizos dorados, los cuales llegaban un poco arriba de su espalda y midiendo un poco más de 1.80m con una tez aperlada. El rey veía la grandeza del corazón de su hijo, el cual a su corta edad mostraba grandes cualidades que en un futuro lo convertirían en el mejor gobernante de los siete reinos. Su viaje comenzó con su primera parada en el mar ártico, su padre creía que tal vez una orca sería el compañero perfecto para el, observaron varios días a las orcas, focas, morsas y nada, después nadaron al caribe, a la bahía de los hipocampos, el pequeño Dorian los encontró fascinantes pero tampoco sintió una conexión que lo llamara o que hormiguera sus piecitos como su madre le había dicho, continuaron por el mar Atlántico cruzándose con todas las especies habidas y por haber, hasta que una mañana cruzaron caminos con un enorme tiburón blanco, el rey Dorothes apartó a Dorian posicionándolo atrás de él al instante, intentó dialogar con el tiburón pero se rehusaba a escucharlo, el espécimen estuvo a punto de atacarlos cuando debajo de él salió una cría. Dorian y el pequeño tiburón intercambiaron miradas y ambos entendieron todo en ese segundo, el pequeño príncipe se escabulló por debajo de su padre nadando para abrazar al pequeño tiburón quien se acurrucaba en el cuerpo de su nuevo amigo; Dorian se presentó y preguntó por el nombre de su compañero, Tártaro dijo el pequeño crío.

El rey le explicó al padre del tiburón que era lo que había pasado, también que no tenían intenciones de hacerles ningún daño. El nombre del gran tiburón era Arato, él se comunicó con el rey diciendo que él solo quería proteger a su hijo ya que muchos mundanos habían estado matándolos por su apariencia intimidante. En ese momento el pequeño Dorian tocó su aleta y le dijo que su especie no era mala, que solo son criaturas incomprendidas y que cuando él fuese rey ayudaría a traerles paz a todos los tiburones. Arato conmovido con sus palabras, dijo que esperaría con ansias el día que él fuese rey y esperaba servirlo con gran honor. El rey Dorothes le ofreció a Arato regresar con ellos al reino, él aceptó con gusto y explicó que su amada había fallecido hacía ya mucho tiempo, su nombre era Iris. Todos emprendieron su viaje de regreso a Atlantis.

Una vez en el reino, Tártaro y Dorian recibieron la marca de Is, cada uno hizo el juramento y los grandes maestros recitaron un viejo conjuro para darles la marca a cada uno de ellos, Dorian la recibió en su muñeca derecha mientras que Tártaro en su aleta izquierda, desde ese momento estuvieron juntos siempre.

Hasta el fondo del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora