Una vez en La Ciudadela, llevaron a Dorian frente a la corte de las amazonas. Le retiraron el saco que llevaba y le pidieron entregar todas sus armas. Entregó su espada plateada con un mango de oro y su enorme cantidad de cuchillos, las depositó en una pequeña charola que una amazona le extendió. Comenzó a caminar por el corredor que daba con el salón de juicio, era muy hermoso para ser utilizado para semejante ocasión, el camino era de piedra y estaba adornado con arbustos y pinos; en el fondo del salón había una estatua de su reina, la diosa Atenea.
El salón era abierto y circular, su estructura subía en franjas desde la base hasta la punta en un enorme espiral de madera, a lo lejos parecía un domo que dejaba a la vista toda la peculiar estructura bohemica del salón; bajo la estatua había un trono junto a una alargada mesa de madera, donde estaba todo el consejo.Todas las amazonas presentes lo veían con miedo y asombro, la mayoría de ellas jamás habían visto a un hombre en su vida y mucho menos a un atlante, conforme Dorian se iba acercando al salón, más eran las miradas de repugnancia que recibía aunque una amazona no mostraba ninguna de esas emociones, al contrario mostraba interés en él.
En el trono dorado estaba sentada Hipólita, líder de las amazonas, habían tantas leyendas sobre su grandeza que su puro nombre causaba temblar a miles de hombres; una vez ahí dos Amazonas se pararon frente de él con lanzas impidiéndole la entrada, el solo se detuvo y esperó órdenes. —Kayla, trae el coral morado y viértelo en una copa para nuestro peculiar invitado.—Pidió amablemente Hipólita. —Si, mi señora...con gusto.—Dijo complacida la amazona.
El coral morado era conocido en los océanos por tener una toxina que afectaba el cerebro y te obligaba a decir la verdad, si te resistes a su efecto te quema por dentro hasta decir la verdad. —Bébelo, hasta la última gota y que la verdad sea tu juez.—Dijo Hipolita. —No necesito ningún elixir, soy un monarca y exijo un trato más diplomático.—Dijo con autoridad Dorian. —¿Cuál es tu nombre, monarca? Y ¿cómo has podido pasar la barrera de nuestra diosa Atenea?—Pregunto Hipólita. —Mi nombre es Dorian, hijo de Dorothes y de Amara, príncipe y heredero al trono de Atlantis.—Contestó mirando a Hipólita —Nadaba por las corrientes del este, junto a mis amigos y mi tiburón, enseguida un remolino nos arrastró y nos separamos, terminamos en una parte del mar que no conocíamos y decidimos subir a la superficie cuando vimos una hermosa isla, decidimos acércanos y entonces fue cuando vimos a una joven ser lanzada de un acantilado atada de sus brazos.—Dijo Dorian fijando la mirada en la chica que lo había atacado, la cual ahora estaba parada al lado de la mujer que quiere matarlo. —Aprecio tu caballerosidad al intentar salvar a mi hija, pero ella no necesita que la salven, es la mejor guerrera de la isla y lo que presenciaste era un mera demostración de valor a las novatas.—Dijo Hipólita testaruda y orgullosa. —Si a eso llamas valor estás equivocada, el valor no se mide en acciones sino en la fuerza y sabiduría que tiene uno dentro para hacer lo correcto, no para alardear de su fuerza.—Dijo con una fuerte firmeza. —¿Príncipe Dorian se atreve a faltarle el respeto a nuestras costumbres, está consciente de que es nuestro prisionero en estos momentos?—Agrego aun mas orgullosa Hipólita. —Soy prisionero de cargos que aun no me han mencionado, no tengo ninguna mala intención con su isla y tampoco entiendo como he podido entrar al reino de las amazonas, hasta hace un momento pensaba que ustedes eran un pequeño pueblo mercante y en realidad son una metrópolis.—Dijo Dorian apartando la vista del salón. —Guardias, llévense a nuestro prisionero a sus nuevos aposentos, mientras preparamos a las fieras para su ejecución.—Dijo burlona Hipólita. —¡¡NOO!!—Dorian y Alanna gritaron al unísono. —Yo Alanna, hija de Hipólita pido al consejo antiguo y a ti madre, perdonar la vida del monarca, si lo matamos desataríamos una guerra contra Atlantis y sangre amazona sería derramada por una causa innecesaria .—Dijo Alanna tomando posición frente al consejo. —Yo lo tomaré como mi prisionero y tomaré completa responsabilidad de él. En vez de matarlo deberíamos estudiarlo, conocer sus formas de combate y sus costumbres, podríamos hacer la embajada que hemos querido construir con Atlantis—Pidió una última vez Alanna.
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Hasta el fondo del mar
FantasyUn romance mitológico que puede terminar en la destrucción de una civilización o en la creación de una nueva era. Hay secretos que el agua transporta mejor que un humano, el mar contiene los secretos de todas las personas que alguna vez han vivido e...