3. La lealtad vale su peso en oro.

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México, 1912.

Marina me miró algo extrañada después de contarle lo que hacía en aquella cabaña. Tomó la charola con los platos, me obligó a comer lo que me faltaba y se retiró asustada.

No entiendo porque se asustan de mi. Nunca le hecho daño a nadie.

Al menos no le conté lo que veo en ella, tal vez un día lo haga pero necesito saber que está preparada para escucharlo.

Miro hacía la ventana y noto que ya ha oscurecido. Los barrotes en las ventanas me hacen sentir prisionera. Cómo cuando bajaba al calabozo.

Es algo difícil de creer, mi historia es totalmente descabellada. Pero cómo creyente, sé que existe la reencarnación, sé que si Dios me trajo aquí de nuevo es porque tiene un propósito para mi.

Ahora me doy cuenta de que la anciana de aquél día tenía razón, las oportunidades nunca terminan.

Pero lo que no entiendo es porque tengo otra oportunidad aquí. Estoy sufriendo, y eso solo me hace extrañar tener a mis amigas para hablar por las noches.

Algunas veces quería estar sola y las evitaba, pero ahora que en verdad estoy sola, creo que no sería tan desagradable estar en mi habitación después de tomar un baño, con ellas intentando hablar conmigo para entender lo que veía.

No aprecié lo suficiente el esfuerzo que hicieron por mi.

Ahora todos mis conocidos de esta vida deben creer que estoy muerta o desaparecida, me pregunto que se habrán inventado allá afuera para explicar que ya no me verían más. Mis padres jamás dirían que me encuentro en un manicomio.

Francia, 1477.

Al entrar a la corte trato de escapar de la vista de Thelma y Mirari, seguramente ya están perdiendo la calma al buscarme por todos lados.

Mis damas de compañía deben asistirme hoy más que nunca por la llegada del marqués y el rey de España. Se supone que debo prepararme para recibirlos en la gran cena que se está preparando.

El trabajo de Thelma y Mirari siempre ha sido ser mis damas de compañía. Yo lo llamo "una obligación de lealtad", eso desde los doce años cuando las llamé para ser mis damas. Siempre pensé que faltarían muchos años para llegar a ser reina y que tal vez no las necesitaría en mucho tiempo.

Pero también sabía que en la corte me convenía tener aliados. Son mis amigas, pero para personas como yo, un amigo es un lujo que no siempre puedes darte.

La lealtad lo es todo en la corte, pero siempre y cuando sea a tus reyes y reinas.

Lo cual significa que tengo ese privilegio de ser temida y amada por igual.

Para los demás nobles, hay que saber cuidarse y no confiar en nadie, ni siquiera en quien crees tu amigo. Si lo necesitan algún día, no dudarán en apuñalarte por la espalda.

México, 1912.

Thelma y Mirari no solo querían ayudar porque era su trabajo, lo hacían porque eran mis amigas.

Las quería tanto y aún así dudaba todo el tiempo. Cometí un error con ellas.

Una lagrima cae a mi mejilla y va rodando hasta mi cuello.

Muchas veces creí que estaban conmigo porque era lo que les convenía. Cualquiera quisiera tener a una reina de su lado, supongo.

Pero en un reino que nunca me perteneció, yo necesitaba de mi rey.

Francia, 1477.

Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora