33. Llevate bien con el cielo y el infierno.

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¿Qué es esto? ¿Por qué siento esto?

En cuanto Sebastian se fue, tomé el anillo del suelo comencé a correr en busca de mi hermano a las caballerizas. Desde los gallineros vengo rezando internamente por que aún no se haya ido a dar el recorrido diario.

Abro la puerta de las caballerizas con algo de dificultad y tal como quería, Keith está aquí, aunque hay más personas pertenecientes a el grupo de la caballería.

-Buenos días- mi hermano ofrece una sonrisa.

Al todos verme responden de igual manera.

-Quisiera hablar con mi hermano, si podrían permitirme un momento se los agradecería- digo intentando no sonar grosera.

Todo el personal deja a los caballos y salen de las caballerizas pronto.

-¿Qué tienes?- pregunta mi hermano al ver que todos han salido.

Toco mi vientre bajo- Es raro, ni siquiera es dolor es como una sensación de hormigueo pero al mismo tiempo... ¿presión?

La risa de Keith se hace presente por todo el lugar.

-Ayúdame.

Se acerca a mi y toma mi mano. La alza entre ambos y levanta mis dedos anular y corazón.

-Ayúdate sola- abro mis ojos con sorpresa y mi hermano me mira con diversión- Aunque me causa intriga saber quien provocó esa sensación.

-Ni siquiera sé que siento.

Frunce el ceño- ¿Nunca lo has sentido al estar con Vincent? Digo, antes de que lo odiaras- niego inmediatamente- ¿Con quién estabas dices?- me mira con curiosidad.

-Alguien.

Keith me mira algo extrañado pero simplemente me dice:

-Tocar ayudará- se encoge de hombros- Haz lo que tengas que hacer para sentirte bien de nuevo.

-Eso está mal- digo incrédula de que me esté diciendo eso.

-¿Y vienes a preguntarme a mi que he tenido sexo con hombres? ¿Por un consejo que no implique pecar? ¡Mi vida es un pecado, Elissa!

-Se supone que es malo.

Se encoge de hombros- Siendo bastardo aprendes a llevarte bien con todos, no sabes cuando los necesitarás haciéndote un favor- me mira seriamente-Llévate bien con el cielo y el infierno, no sabes a donde irás, al menos ser bien recibido en ambas.

-¿Tú lo haces?- pregunto.

-Si, algunas veces.

Suspiro-Es que... el Vaticano nos lo prohibe.

-¿Tienes un vigilante acaso?- niego-Bueno, si no quieres hacerlo está bien- se da la vuelta para peinar a su caballo- pero en el caso de que lo desees, hazlo porque tú quieres y obviamente como ellos no quieren eso... ganaras dos veces en un solo día.

Ser bien recibido en el cielo e infierno. Bien podría estar a la derecha de Dios o de algo horroroso.

Algo horroroso.

Esa simple frase se repite en mi mente una y otra vez. Pero si yo ya estoy junto a algo horroroso. Cada día estoy sentada en el trono junto a él, cada día debo estar sonriendo independientemente de que sepa que en la noche va a clavarme las garras por todo el cuerpo llevándose parte de mi alma consigo. Aunque ahora yo llevo parte de la suya en mi vientre.

Me separo de mi hermano y me recargo en la pared, al volver la idea del bebé a mi mente, la sensación desaparece de inmediato. Ha sido uno de los días más extraños, no debería de estar pensando ni sintiendo estas cosas.

-¿Crees en eso de que cuando revelas tus secretos se convierten en pecados?- pregunto en voz baja.

Mi hermano se acerca y se pone en cuclillas para poder verme de frente.

-Depende a quien se los reveles- dice tomando mi mano- Esto no va de algo que sientes, ¿cierto? Es algo más grande.

-¿A qué te refieres con a quien se lo revele?- pregunto ignorando lo que ha dicho antes.

-Si se lo revelas a la persona equivocada podría usarlo en tu contra- acaricia mi mano y comienza a jugar con el anillo-Si se lo revelas a alguien que va a apoyarte seguramente lo convertirá en su secreto también.

-Confío en ti- asiento.

-¿Entonces qué tienes que perder?

Desde que me casé no he vuelto a la vieja cabaña para dar presagios, normalmente vendría bien ayudar a los campesinos que necesitan un par de monedas, pero ni siquiera he salido de la corte desde el día que fui con Keith a montar. Mucho menos de mi habitación, solo a lo necesario, comer, reuniones, buscar algo.

Hay algo que siempre me detiene de salir de mi escondite y es Vincent. ¿Por qué le temo tanto?

Hoy estaba dispuesta a cambiar todo, dejar de quedarme callada frente a él, me arregle, me sentí poderosa, salí de la habitación, pero siempre vuelvo a sacar el tema de él sabiendo que hay cosas que no están bien, o que van a molestarle a mi esposo.

Como el querer ser cortejada por Sebastian.

O cuando quise opinar sobre la ceremonia de la boda de mi hermano y la de Thelma.

Incluso cuando no quiero tener sexo con él por las noches.

Siempre vuelve a mi mente el hecho de que debo quedarme callada. Odio que toda mi vida mi madre me educó para comportarme así, odio a Vincent por obligarme a ponerlo en practica, y también odio al consejo por solo recordarme que sin mi rey no soy nada.

-Mi pecado implica un deseo que ni siquiera yo me perdonaría si lo cumpliera.

Frunce el ceño-¿Deseas a alguien más?

-Deseo a alguien muerto- corrijo- y no sé si es peor que ese hombre sea el padre del hijo que llevo en mi vientre o que quisiera ser yo quien le corte la cabeza.

El rostro de Keith lleva una mezcla de emociones, parece asustado, sorprendido, e incluso aterrorizado.

-¿Estas embarazada?- pregunta en voz baja a lo que yo asiento- ¿Por qué no lo haz anunciado?

Porque sigo tratando de convencerme de que yo quería a este bebé.

-No lo sé- miento- por el momento solo Vincent y yo lo sabemos. Creí que si había un problema podría sacar la noticia como una forma de arreglarlo.

Keith mira el suelo, luego la pared, a los caballos y todo menos a mi. Como si asimilara lo que he dicho.

-¿Por qué creo que quieres sacar a Vincent del juego antes de que llegue ese bebé?- murmura.

-Por que es cierto- respondo de igual forma asegurándome de que no haya nadie cerca de la puerta.

-¿Y estas pidiendo por mi ayuda?

-Yo jamás te pediría eso- trago saliva- directamente.



Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora