13. No me molesta compartir.

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México, 1912

He pasado toda la noche en ese horrible lugar. Dormí un par de horas solamente, el frío y la idea de que uno de los insectos en el lugar caminara dentro de mi boca o rostro me aterraba lo suficiente para no dejarme dormir.

Esta mañana los enfermeros que me encerraron ayer, me trajeron a mi habitación de nuevo. El castigo terminó, y ahora estoy con Marina haciendo mis revisiones diarias. Hoy serán por la mañana porque anoche no tuvo la oportunidad de revisarme. Lo más probable es que venga esta noche de nuevo.

-Abre la boca.

Hago lo que pide y muevo mi lengua hacia arriba y hacia abajo para que se asegure de que he tomado la pastilla.

-Me dijeron que te metiste en problemas.

Asiento.

-¿Qué pasó?- dice mientras coloca el aparato para ver mi presión en el brazo.

-Recordé algo. No iba a lastimar a nadie solo... me alteré un poco al verlo como si en verdad estuviera pasando de nuevo.

Marina asiente y retira la banda de mi brazo para dejarla en la mesa de nuevo.

-Pero tu no me crees, ¿por qué te interesa preguntarme?

Mi enfermera se queda mirándome, luego simplemente aleja la mirada y pone frente a mi la bandeja con la comida.

Al hacerlo noto que lleva puesto un anillo con un pequeño diamante en el centro.

-¿Eres casada, Marina?-Asiente-¿Tienes hijos?

-Un niño de diez años.

-Un niño, me gustan los niños.

Después de todo por eso comencé a trabajar en la escuela. Me resulta agradable convivir con ellos.

-¿Tienes esposo?

-Creo que me mal entiendes, pero la respuesta a esa pregunta depende a quien vaya dirigida. Sara Molina es soltera y nunca pensó en tener hijos, pero si se lo preguntas a Elissa...- me quedo mirando el plato de avena frente a mi y luego regreso la mirada a ella- Ella tuvo una vida distinta.

-Disculpa, Sara- hace una mueca- Intento entenderte, pero es difícil y algo extraño hablar contigo cuando te refieres a ti misma como otra persona.

-Yo tampoco me creería si fuera tú, no te preocupes.

Tomo la cuchara y por fin doy un bocado a la asquerosa avena que me han traído.

-Estoy intentándolo, lo juro- dice como si le doliera pensar que no creo en lo que me dice.

-Lo sé, es por eso que eres a la única que le hablo aquí.

Después de eso nos quedamos en silencio, ella esperando a que termine de comer y yo intentando no escupir la comida y salir corriendo al baño para lavar mi boca.

Hasta que acabo por fin mi plato, Marina me entrega un vaso con agua.

Soy un largo trago intentando borrar el sabor. Mientras que me sorprendo por el hecho de que mi enfermera dijera:

Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora