63. Yo puedo gritar por ambas.

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Entro a la vieja taberna y el frío se hace presente. El otoño está terminando y las noches son más frías que de costumbre. Además el estar empapada no ayuda para nada.

Me adentro mirando a todos lados en busca de guardias, pero no veo ninguno. Hay mucho ruido. Las personas han entrado a resguardarse de la lluvia y los que ya estaban aquí parecen llevar ya unas cuantas cervezas encima.

Me acerco a la barra donde hay dos hombres trabajando, uno de ellos parece estar limpiando cerveza derramada.

-¿Alexandre?- pregunto al estar frente a él.

Frunce el ceño y me mira-¿Quién lo busca?

-Una amiga de su hermano Joseph.

El hombre parece sorprendido. Deja el trapo en la barra y le dice algo a los hombres que no logro entender. Al volver conmigo me hace una seña para alejarnos del bullicio. No tardo en seguirle el paso y terminamos cerca de las escaleras que dan al piso de arriba.

-¿Por qué mi hermano te envió? ¿Está bien?- pregunta preocupado.

Asiento-Dijo que el piso de arriba no es más para las prostitutas y sus clientes, ¿es cierto?

-Sí, pero si quieres quedarte en uno tienes que pagar.

-Lo haré- meto la mano a mi bolsa con monedas pero me doy cuenta que las he perdido.

Debieron caerse entre la multitud. Eran pocas ya pero al menos podría pagar unos días para quedarme aquí hasta encontrar otra forma de ingresos.

-Tienes suerte, me queda uno- dice el Alexandre mirando a sus trabajadores y luego a mi repetidamente- ¿Cual es tu nombre?- enarca una ceja.

-Elle- miento.

-Bienvenida, tu habitación es la del fondo. Tengo clientes que atender, iré por el pago más tarde.

Sin más, se va y comienza a gritarle al hombre que estaba atendiendo en la barra por derramar una cerveza.

La taberna parece estar llenándose cada vez más, todos necesitan huir de la lluvia, pero eso me pone en peligro. Sin más, subo esperando que no se aparezca ningún guardia por aquí, al menos los pueblerinos no me reconocen, no puedo decir lo mismo de la guardia real.

Las escaleras de madera rechinan bajo mis pies a cada paso que doy, y una vez que estoy en el piso de arriba veo un pasillo con al menos diez puertas. Todas ellas están cerradas y la del fondo está abierta.

Supongo que es la mía ya que cuando entro no hay pertenencias de nadie.

Quito el nudo de mi capa, cierro la ventana y me dedico a ver mejor el lugar.

Es muy pequeño pero servirá.

Tiene una cama, una tina y su respectiva bacinica junto a la pared. También hay dos velas sobre la mesa y una silla sobre la que he puesto mi capa.

Paso la mano por mi aún corto cabello y comienzo a moverlo intentando que se seque más rápido. Tomo la manta y me envuelvo en ella intentando buscar calor. Luego me dedico a encender ambas velas para poder iluminar un poco el lugar.

Hasta que siento veo algo camina por debajo de la mesa cerca de mis pies. Al bajar la mirada puedo ver una rata.

Un grito se escapa de mi boca y para cuando recuerdo estoy encima de la silla. La imagen de las ratas devorando al duque Thompson vuelve a mi y comienzo a sentir nauseas.

Bien, Elissa. Tienes que superar este miedo a las ratas, no puedes estar así si vas a vivir sola.

Intento bajar de la silla, pero en cuanto corre al otro lado de la habitación quiero comenzar a llorar. No entiendo que pasa conmigo. Es como si con tan solo verla sintiera que va a devorar mi carne tal como lo vi en el castillo con aquel cuerpo sin vida.

Perfecta creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora