Capítulo 3.

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  Paso a paso, camino tras camino, verdes árboles en sus últimos días me rodeaban indicando la llegada del frío, y yo sin dejar de cantar en ningún momento, la naturaleza era mi guía instrumental, los árboles se movían con la brisa y se escuchaba como si fuese un arpa, las piedras con las que mis zapatos hacían ruido eran como los golpes de un tambor.

Antes de salir tome la precaución de ponerme uno de los vestidos viejos, ya que planeaba salir con uno nuevo pero podría estropearse en el camino. Caminé durante diez horas, con algunos momentos de descanso, pero para las diez y media de la mañana mis pies ya estaban parados sobre la ciudad, esa tan magnífica, llena de los edificios tan altos como nunca antes los había visto, gente vestida tan formal que me hacía sentir que mis vestidos nuevos no estaban a la altura. Entre a un baño y me puse el de color mostaza, lamentablemente no tenía suficientes pares de zapatos como para combinar las distintas prendas por lo que tuve que quedarme con los que tenía.

¿Qué había hecho? ¿Desde cuándo yo era tan impulsiva? Estaba en una ciudad que mis ojos nunca antes la habían visto, con un trozo de pan y un poco de agua. Respiré profundo mientras me miré en el espejo del baño público con los brazos extendidos sosteniéndome de la mesada de baño.

- ¿Qué has hecho Katrina? -Me pregunté en voz alta.

Una mujer me miró de forma extraña, tal vez tenía razón. Salí de ese lugar una vez que retomé fuerzas.

Me cansé de contar las veces que paré a pedir empleo, ¿Habrán sido cincuenta? ¿O setenta? Y en todas fui rechazada, no sabía si por mi apariencia, por racismo o por no tener ninguna experiencia laboral más que haciendo pan en un lugar y forma que no se podía corroborar. Esa noche dormí en el piso de un callejón sin salida, pasé frío y pasé hambre, me quedaban solo un par de migajas de pan.

El sol volvió a salir, iluminó mi cara sin dejarme otra opción que levantarme, pero ahora no tenía desayuno a quien prepararle, panes que hornear o saludos de buenos días que dar. Me tenía solamente a mí.

Mi segundo día aquí fue muy parecido al primero con la diferencia de que ya no tenía comida. Ya en el tercer día el hambre me estaba matando, jamás había pasado tanto tiempo sin un bocado que probar.

Gasté un poco del dinero en una fruta, la empecé a comer con gusto ya que estaba deliciosa, además la falta de alimento volvía todo más sabroso.

Me empujaron bruscamente llevándose mi bolso con ropa, empecé a perseguirlo como una loca entre toda la gente, corrí y corrí con el corazón en la garganta, no podía perder lo poco que tenía. Logré alcanzarlo, salté sobre mi bolso y caí al suelo desplomada mientras aquel ladrón salió corriendo.

- ¿Estás bien? -Preguntó un muchacho.

Ofreciendo su mano para ayudarme a levantarme y eso me parecía extraño, su cabello era negro y tenía bucles, su mirada llevaba unos intensos ojos negros, su sonrisa era perfecta y en sus cachetes se formaban hoyuelos, llevaba una camisa azul con pantalones color negro. Lo miré sorprendida y un tanto asustada, últimamente eran pocas las personas que se ofrecían ayudar además de que era un completo extraño.

-Soy Pablo Campos -Se presentó- No temas, sólo quiero ayudar.

-No es necesario -Dije con mi terquedad.

Intenté pararme pero al apoyar mi pie derecho volví a caer al suelo. Pablo volvió a ofrecer su mano como si no le hubiera contestado mal, esta vez acepté y él me ayudó a pararme.

-Parece que te lastimaste el pie -Comentó Pablo- Necesitas ir a un hospital.

-No tengo tiempo ni dinero para eso -Admití.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora