Capítulo 26.

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  La familia Moreno se levantó un poco molesta y sin querer decir más nada, eran de ese tipo de personas que necesitaban ganar cueste lo que cueste y esta vez se encontraban en desventaja. Cruzaron esa puerta despedidos por Samuel y poco tiempo después volvió a la sala. Samanta ya me había soltado y se sentó al lado de su padre.

- ¡Al fin se fueron esos pesados! -Exclamó Samanta.

- ¡Samanta! -Retó Juan.

- ¿Acaso es mentira? -Planteó Samanta.

-Esas cosas no se dicen -Comentó Pablo.

-Está bien, no lo diré -Aseguró Samanta e hizo una pausa- ¿Pero de verdad pensabas pasar toda tu vida con una mujer tan despreciable como ella?

- ¿Y de quién te enamorase? -Preguntó Juan.

-De una mujer fantástica -Contestó Pablo viéndome disimuladamente.

- ¿Estás seguro de que es la correcta? -Consultó Juan.

-Usé tu método de detección -Comentó Pablo.

- ¿Y eso que es papá? -Preguntó curiosa Samanta.

-Cuando el corazón te lata tan fuerte que ya no sepas de qué manera detenerlo, cuando una sonrisa sea el alimento imprescindible para el resto del día, y cuando no hagan falta las palabras para entender a otra persona, ahí es -Respondió Juan sonriente- Es lo que sentí con el amor de mi vida.

- ¿Mamá? -Preguntó Samanta.

Juan me miró discretamente y luego miró a su hija.

-Sí, Samanta -Mintió Juan.

Me retiré de la sala una vez que corroboré que no precisaban nada. Pablo no me había hablado en ningún momento, después de todo él había pedido que yo no volviera. Cuando llegó mi turno de descanso me fui a leer al árbol como era de costumbre, Pablo se sentó a mi lado con un libro pero eso tampoco me había sorprendido, antes solíamos pasar horas así, sin mediar palabras. Esta vez, el silencio no reinó entre nosotros.

-Volviste -Comentó Pablo.

-Así es -Afirmé.

¿Por qué lo hiciste? -Pregunté.

-Porque soy un alma libre que no sigue las reglas -Argumenté.

- ¿Qué quieres decir con eso? -Consultó confundido Pablo.

-No querías que volviera, mi madre tampoco quería que me valla y sin embargo estoy aquí, sentada bajo un árbol mientras leo un libro al lado de un gran mentiroso -Contesté.

Él no contestó nada, se hizo una pausa un poco más larga de lo que esperaba.

- ¿Y por qué me pediste que no volviera? -Agregué curiosa.

-Porque creí que no me harías caso -Manifestó Pablo.

-No creas que volví por ti -Advertí.

Pablo tomó mi mano, la cual estaba sosteniendo el libro, la llevó a su pecho y escuché como retumbaba con intensidad, como si fuera el tambor de una comparsa muy alegre.

- ¿Lo escuchas? ¿Lo sientes? -Preguntó Pablo.

¿Cómo no voy a sentirlo? Si parecía como si fuera un canal, que iba de sus latidos a los míos e imitaban esa dulce e intensa melodía que no se podía tocar con cualquiera, eran notas altas, difíciles de alcanzar, como la canción más perfecta del mundo. Me sorprendería si él no podía sentir el mío, sin siquiera tocarlo, pues tenía caballos galopando a más no poder, como si estuvieran escapando de una fiera, y quizá prefería escapar a arriesgarme. Porque es más fácil jugar a ser cobardes y no correr el riesgo a poder perder los sentimientos en las corazas de un corazón roto a arriesgarse por una ilusión fugaz que te hace sentir más feliz de lo que nunca sentimos en la vida. Pablo no era mi media naranja como dice esa leyenda, porque yo era la naranja completa y él era otra igual de completa, y sería el mayor de los honores poder compartir la misma frutera.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora