Capítulo 39.

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  Pasó una semana, Iván terminó viniendo cuatro días y en esos mismos pasó Julián cada día a buscarlo y eso me generaba ciertas sospechas de que podía ser un plan preparado con antelación, pero eso sólo el tiempo lo diría, quizá estaba prejuzgando muy rápido.

Algo de él me intrigaba, con sólo mirarlo parecía que escondía muchos secretos detrás de su sonrisa y eso me llamaba la atención, me decía que había algo más de lo que le mostraba a las otras personas.

Eran las seis de la mañana y yo había confundido la hora, pensé que era un poco más tarde: Algún gracioso había tenido la fantástica idea de adelantar el horario del reloj dos horas pero no me había dado cuenta, tenía que estar a las ocho en la casa de Raúl para darle las clases correspondientes y ya estaba llegando tarde. Fui rápido hacia su casa por más oscuro que se encontraba todo. Antes de llegar me encontré a Julián en el camino, sentado en un puente sin que nada lo sostuviera.

- ¿Julián? –Pregunté confundida.

En ese momento él me miró, no esbozó ningún sentimiento claro pero podía notar el dolor en sus ojos.

- ¿No ves que te puedes caer? –Planteé.

-Sigue tu camino Katrina –Pidió Julián.

- ¿Por qué? –Pregunté.

-No tiene que importarte esto –Contestó Julián.

- ¿Y qué si me importa? –Dije- No me pareces un mal muchacho.

- ¿Qué haces en la calle a las seis de la mañana? –Consultó Julián.

- ¿Las seis? Creí que eran las ocho –Contesté.

Me senté cerca de él pero en un lugar donde fuera seguro que no me iba a caer.

- ¿Qué pasa? ¿Cómo llegaste aquí? –Pregunté.

-No tengo por qué contarle nada a una desconocida –Sentenció Julián.

-Sólo quiero ayudar –Insistí.

- ¡Esto no te incumbe! –Exclamó Julián en tono alto- ¡Deja de intentar ayudar a todo el mundo!

Sus palabras me dejaron muda, simplemente quería ayudarlo, darle un poco de confianza para que pudiese desahogarse pero me terminó tratando de una manera que no me merecía, debía tener sus razones pero al mismo tiempo yo no tenía la culpa de su comportamiento infantil. Si, de alguna forma era una desconocida para él pero aun así no me parecía el modo de su comportamiento.

Respiré hondo y me quedé sentada, no tenía más que hacer y quizás ahí él sí terminaba tomando el coraje suficiente para que me contara lo que le apenaba, porque por más de que algunos digan lo contrario hay que ser valientes para poder confesar sobre nuestros demonios, sobre nuestras penas, aquellas cosas que no nos dejan dormir a veces y en algunas otras ocasiones nos lo permiten luego de un par de horas de llanto. Para mi sorpresa no fue así, tampoco conocía sus reacciones como para decir si era algo normal o no, simplemente se levantó y se fue con las manos en los bolsillos y su cabeza agachada.

¿Enserio señor Miller? Creí que tenía un poco más de corazón, que no me trataría mal sin razón suficiente. Me fui pero algo definitivamente había cambiado, y no precisamente para mejorar.

Desayuné y me dirigí luego a la casa de Raúl quien tenía características parecidas a Iván: Morocho de ojos oscuros, ambos tenían unos pocos kilogramos de más y en personalidad parecían opuestos, Raúl era un poco más alto.

-Hola señora Weelder –Saludé.

-Buenos días Kat, pasa –Invitó Selena.

Pasé a su hermosa casa, no era la primera vez que venía. Su hogar era muy humilde aunque no tanto como el mío, tenían el privilegio de tener muebles que brillaran además de que tenían algunos aparatos tecnológicos que yo no tenía. Amaba demasiado su forma de ser, nunca me habían hecho sentir menos, ni a mí ni a mi familia por no tener muchas cosas, eran de ese tipo de personas que con solo verlos ya sabes que valen la pena.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora