-Buen día -Saludó el mayordomo- ¿Qué se le ofrece?
-Muy buenos días a usted señor Campos -Dije ofreciendo mi mano- Soy Katrina Domínguez.
El mayordomo comenzó a reír, hasta ese momento desconocía el hecho de que alguna gente adinerada tuviese gente únicamente para abrirle la puerta a las visitas, supongo que tenían tanto dinero que no sabían en qué gastarlo.
-Soy el mayordomo de la mansión Campos -Argumentó el mayordomo.
- ¿Mayo qué? -Pregunté confundida y sorprendida.
El hombre volvió a reír, debería haberme enojado pero seguramente en su lugar estaría actuando del mismo modo.
-Me llamo Samuel -Se presentó- Espera después de la puerta e iré a anunciarte.
Hice lo que me pidió, me limpié lo mejor que pude los zapatos antes de entrar, había un gran espejo al costado de la puerta sobre un mueble antiguo con muchos adornos encima, del otro lado había muchos cuadros con fotos de la familia. Luego había una media pared que dirigía a una sala más grande que no podía ver bien. Samuel volvió hacia donde estaba mientras yo miraba con detalle un cuadro.
-Señorita Katrina, la espera el señor Campos en la sala -Dijo Samuel.
Pasé a dónde me indicó con un poco de miedo y de vergüenza, sentía que hasta mi vestido más fino y nuevo quedaba pequeño para hasta ser la sirvienta. Había sillones color manteca haciendo un círculo en el centro, junto con una mesa de té de vidrio. Un gran ventanal a la izquierda que mostraba el hermoso jardín que tenían, un par de perros de raza corriendo por ahí mientras jugaban con una niña de unos nueve años.
Un gran cuadro pintado con un precioso paisaje se veía sobre la chimenea con ladrillos verdes, las paredes tenían un color muy claro y cálido, el piso brillaba como nunca antes había visto brillar algo, se reflejaba hasta el aspecto aunque un poco borroso, había un par de macetas con plantas sintéticas.
-Tome asiento señorita -Pidió el señor.
Me senté en frente suyo con mis rodillas juntas, con una postura casi perfecta y con las manos entrelazadas sobre mi falda, miré con detenimiento sus intensos ojos café y su sonrisa me dio mucha paz, me hizo sentir en casa.
- ¿Cómo te llamas? -Preguntó el señor.
-Katrina Domínguez -Respondí con un poco de miedo.
- ¿Tiene alguna experiencia? -Preguntó el señor.
¿Acaso estaba bromeando conmigo? He limpiado mi casa desde pequeña, se cómo barrer y lustrar, ¿Qué quiere? ¿Qué mi madre y mi abuela testifiquen a mi favor?
-He limpiado desde pequeña mi casa -Argumenté.
El señor se rio y eso me incomodó un poco.
-Me refiero a que si en otras casas, ¿Qué trabajos has tenido? -Insistió él.
He horneado pan durante quince años de mi vida, he vendido el noventa y cinco por ciento de esos panes teniendo que caminar más de un kilómetro para ir, he tenido que llorar porque me habían robado el dinero y no podía llevar nada a casa, me he alimentado también hasta un mes seguido solo de pan y té, ¡Creo que soy una excelente panadera! Con años de experiencia.
- ¿De qué has trabajado antes? -Preguntó el señor.
-Horneaba pan y lo vendía en mi pueblo -Admití.
Lo noté observarme con mucha inquietud, miraba mucho mi cara y mis cabellos rizados.
-Sabes, tus ojos me recuerdan a alguien especial -Comentó él.
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Lamento Haberme Enamorado de tí
RandomCuenta la historia de Katrina, un alma rebelde que nunca sigue las reglas, viaja en busca de trabajo a la ciudad, aunque dentro de sus razones también se encuentra la venganza, luego de un par de días de búsqueda y sobreviviendo con lo poco que tení...