Capítulo 6.

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- ¡Samanta! -Exclamó Juan- ¿Acaso yo te he enseñado a tratar así a las personas?

-No son personas, son servidumbre -Argumentó Samanta.

-Ya hablaremos de esto, pídele a Katia que ordene la ropa a tu gusto -Pidió Juan.

La niña se fue, un poco más calmada pero aún molesta. Juan se acercó hacia mí, yo crucé mis manos al frente.

-Mil disculpas, tendré más cuidado de preguntar la próxima vez -Dije apenada.

Aunque no creía que fuese correcto pedir disculpas por tal estupidez.

-El que pide disculpas soy yo, por Samanta y la situación que te hizo vivir -Dijo Juan y me sorprendí- Samanta tomó las malas costumbres que su madre le enseñó, he discutido muchas veces con ella por ese asunto -Dijo Juan.

-No tiene porqué pedir disculpas por comportamientos que son ajenos -Afirmé.

-Lo sé, lo sé, pero como es una niña se supone que ha sido mi deber cuidarla -Argumentó Juan- Hace apenas un año que hemos perdido a su madre y aún le cuesta aceptarlo, en su cabeza hasta se le ocurren ideas de que cualquier mujer que entre aquí es candidata a ocupar su lugar cuando no es así.

Juan hizo una pausa, tomó dos vasos los cuales los llenó de agua fresca, uno me lo ofreció y lo acepté mientras que el otro se lo comenzó a tomar él.

-Su madre tenía esa idea de que la gente que nos sirve simplemente era descartable, que debía exigir que las cosas se cumplieran exactamente de la forma en la que querían sin importar si eso traía consecuencias, de lo contrario había que dejarle el lugar a otro. Trato todos los días cambiar eso y acepto que también es mi culpa, por no ser consciente de lo que pasaba mientras me sumergía en el trabajo -Comentó Juan.

Sus palabras me reconfortaron mucho, hicieron que disminuyera todo aquel enojo que me había provocado su forma de hablar y actuar, ¡Y sí! Una niña pequeña lo había logrado.

-Espero entiendas -Dijo Juan.

-Ahora entiendo todo -Dije- Muchas gracias por explicármelo.

Juan me saludó con una sonrisa y se fue hacia la habitación de su hija, yo mientras tanto seguí con mis labores. Lavé los platos y tazas del desayuno con detergente por primera vez en mi vida, ya que antes sólo lo hacía con un trapo y agua tibia que debía calentar previamente en una olla al fuego, parecía tan mágico tener agua caliente con solo abrir una canilla.

-Katrina -Llamó Juan.

Terminé de secarme las manos rápidamente y me acerqué a él.

- ¿Qué se le ofrece? -Pregunté.

-Necesito que me acompañes a comprar unas cosas, yo no sé elegirlas -Pidió Juan.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora