Les preparé una merienda digna de los mejores dioses: Chocolatada con pastel casero de dulce de leche, a Patrick le gustaba mucho esta combinación y a Iván también terminó agradándole, últimamente venía bastante, parecía un gran amigo de Patrick, me sorprendía mucho que prefirieran venir a este lugar en vez de a la lujosa casa de los Miller, tenía muy en claro todo lo que tenían que nosotros no.
Me puse a hacer un par de deberes del hogar para que ni mi madre ni mi abuela ocuparan esfuerzo en ello, terminé completamente transpirada y agotada. Me miré al espejo por esas casualidades de la vida: Mi pelo alborotado tratando de mantenerse sostenido por un pañuelo, las gotitas de sudor en mi rostro, que había dejado de tener mi color café con leche normal para tener un aspecto rojizo inconfundible.
Sonó el timbre, sequé mi rostro con una toalla intentando disimular que todo estaba bien, abrí la puerta y ahí estaba Julián para buscar a Iván, ¿Acaso era tan necesario cruzármelo tantas veces el día de hoy? ¿Tanto la vida pretendía castigarme con las pequeñas cosas que no quería? Sólo quería algo el día de hoy: No verlo, no escucharlo, ni nada, y quizá eso se mantendría un par de días más.
-Iván, tu hermano vino a buscarte –Anuncié.
- ¿Podemos hablar un segundo? –Pidió Julián.
- ¿Qué quieres? –Pregunté.
-Sal un momento, están los niños escuchando –Afirmó Julián.
Después de todo él tenía razón, no tenían que escuchar esto ni verme enfadada, no quería tener que andar explicándole todo después a Patrick. Salí, nos fuimos cerca del gran árbol que estaba frente a mi casa. El silencio reinaba, y no era ni un poco cómodo, era momento de acabar con este sentimiento absurdo.
-Mira, no voy a culparte –Admití e hice una pausa- ¡Tan sólo mírame! Vivo en una casa que por poco no se nos ha caído sobre la cabeza, me levanto todos los días a las cinco de la mañana para hornear pan para que mi familia pueda desayunar y para ir a venderlo porque eso me garantiza de que podamos comer al medio día, y si tengo suerte también nos alcanzará para la noche, estoy transpirada y cansada porque he limpiado todo, no tengo los medios para pagarle a alguien que lo haga, apenas si tengo vida social, no se usar nada que sea tecnológico y me visto al estilo de un par de décadas atrás, ¿Cómo ibas a fijarte en mí?
Crucé mis manos escindiéndolas en la flexión interna del codo.
-No tienes que decir nada, te perdono, pero sólo voy a pedirte que no vuelvas a buscarme, porque si no vas a quererme no tienes derecho a romperme –Dije.
Agaché mi cabeza de manera casi involuntaria, es que tenía la razón que no debería tener, todos dicen que nadie debe pensar de esa manera, pero es difícil mantener ese pensamiento cuando son las tres de la mañana y ya no entiendes el motivo por el cual lloras, cuando te miras al espejo y te ves insuficiente hasta par a ti misma, nos dicen cómo debemos pensar, como debemos hacer las cosas, pero nadie nos enseña a cómo hacer algo que claramente no sabemos ni entendemos.
- ¿Por qué crees que sería capaz de pensar tal barbaridad? –Planteó Julián- Eres la mujer más perfecta que he conocido, y sí, quizás no te conozca lo suficiente, pero no creo que Iván se esté equivocando.
- ¿Iván? ¿Qué tiene que ver él con esto? –Pregunté confundida.
-Creo que eres una mujer fantástica, y sinceramente me vuelves loco, llevas dándome vueltas por la cabeza desde aquel primer día en que te vi, en donde llegaste preguntando por Gabriela al estudio –Confesó un poco nervioso Julián- Pero sé que no te correspondo.
- ¿Por qué dices eso? –Consulté.
-No me conoces, no creo ser alguien bueno para tu vida –Respondió Julián.
- ¡Todos dicen lo mismo! –Exclamé- Siempre es la misma historia.
Suspiré, miré a mis costados por inercia y volví a fijar mi vista en él.
-Te pedí una sola cosa –Afirmé e hice una pausa- Y no pudiste cumplirla, porque llegar así y decirme tantas cosas lindas que me hacen sentirme lo mejor del mundo para luego retractarte para seguir con el mismo plan de la distancia, es la peor forma que tenías de romperme.
-Me gustaría intentarlo –Aseguró Julián- Quizá si logro enamorarme de ti logre cambiar.
- ¡Pues decídete de una vez! Me estás mareando –Dije sin pensar.
Me giré pero al mismo tiempo me tomó de la cintura, haciendo que me moviera cerca de él, se acercó rápidamente a mi boca aunque sin besarme, dejó sus labios a pocos centímetros de los míos y me miró a los ojos.
-Ahora decides tú –Murmuró Julián.
Me quedé pensando durante unos segundos, en ese momento se me vino a la mente una frase que sabía decir mi abuela: "Cada persona llega a tu vida para enseñarte algo, déjalos pasar por tu camino" y así fue como acepté besar esos labios que últimamente también me estaban haciendo comenzar a perder la cordura.
- ¿Y cómo lo tomamos? –Pregunté.
-Tomémoslo como algo que pasa, ya veremos si será eterno o pasajero –Respondió Julián.
Algo me hacía ruido, pero decidí confiar de nuevo, una vez más, en algo que mi madre no prohibía, ni que la vida me prohibía, al menos eso creía: Seguramente no faltarían razones para no permitirme continuar esto, sólo esperaba que me durara un poco más esta vez.
-Debo entrar –Dije- Y tú debes irte.
-Está bien, ¿Qué te parece si mañana salimos a tomar un café? Por la tarde –Propuso Julián.
-Me parece un buen plan –Respondí.
-Pasaré por ti a las 19, ¿Te parece? –Preguntó Julián.
-Está bien –Contesté.
Besé levemente su mejilla y volví a irme, quería negarme muchas cosas, me encantaría afirmar muchas otras, pero la verdad era que tenía un remolino girando al ritmo de un huracán, sin darme libertad en los pensamientos, me mantenían presa entre lo que quisiera en mi vida y con lo que me tocaba conformarme. Había cosas que solo el tiempo sabía cómo responderlas, y sólo me quedaba esperar, sólo quedaba tener calma a esperar las respuestas que quería tener ya, quizá simplemente era una forma para ejercitar o poner a prueba mi paciencia.
-Iván, tu hermano está listo para llevarte –Anuncié.
-Gracias –Agradeció Iván.
Antes de salir me abrazó la cintura de improviso, era a la altura que llegaba, realmente me había sorprendido pero lo único que atiné a hacer fue corresponderle, se fue corriendo hacia el árbol donde seguía estando Julián y yo me acerqué a Patrick.
- ¿Estás bien? –Preguntó Patrick.
-Eso creo –Dije.
- ¿Deberías estar mal? –Consultó Patrick.
-Hay cosas que sólo entenderás cuando crezcas –Aseguré.
Si tienes suerte, porque yo teniendo tantos años de diferencia con él, había cosas que continuaba sin comprender, ¿Cuál era la edad límite? ¿En qué momento ya podías entender lo que pasa por tu corazón y por tu cabeza? ¿En qué momento de la vida terminas de entender las acciones de las personas que parecen tan ajenas a uno mismo? Había muchas preguntas y pocas respuestas.
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Lamento Haberme Enamorado de tí
RandomCuenta la historia de Katrina, un alma rebelde que nunca sigue las reglas, viaja en busca de trabajo a la ciudad, aunque dentro de sus razones también se encuentra la venganza, luego de un par de días de búsqueda y sobreviviendo con lo poco que tení...