Capítulo 11.

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"Querida mamá:

Ya llevo un poco más de dos meses sin verte, dos meses largos e intensos que se vuelven más tediosos y extensos si no los tengo conmigo, a mi lado. No te puedes dar una idea de lo mucho que extraño tus besos, tus abrazos, como también los de Patrick y los de mi abuela. En unos días me han dado permiso para verlos, ya falta menos, hasta he conseguido pagar el pasaje aunque solo pueda quedarme dos días.

Te envío el dinero que tengo, espero que te sea de ayuda.

Los ama siempre, Katrina."

Fueron dos grandes meses, no había tarde en la que no tuviera tiempo de leer bajo ese gran árbol en el jardín, no había día en el que no tuviera una ducha caliente, ¡No había día en el que no tuviera agua caliente con tan solo abrir una canilla! Todos los días podía tener ropa limpia y perfumada, ningún día tuve que lavar ropa con mis manos por más que no me molestaba hacerlo, siempre tuve un plato caliente y sabroso de comida como mi madre también decía que los tenían. Todo marchaba cada día mejor, para mí y mi familia y realmente eso era todo lo que me importaba, era lo único que me importaba en esta vida.

Con Pablo nos volvimos grandes amigos, solía prestarle libros y una vez que los leía discutíamos sobre ellos, no reíamos mucho juntos y era increíble que inclusive conociéndonos poco nos lleváramos tan bien. Con Samanta nuestra relación también mejoró bastante, solía peinarla antes de que se vaya a la escuela, estaba tan sana y tan llena de vida. Y con Juan solíamos desayuna juntos cada mañana ya que ambos éramos los únicos que nos levantábamos temprano.

Preparé el desayuno: Crepés con mermelada y café, serví la mesa para los dos como ya se estaba volviendo costumbre.

-Buenos días Kat -Dijo Juan.

- ¡Buenos días! -Saludé.

-Cocinas tan bien, estás mal acostumbrándome -Comentó Juan y me reí.

-Puedo dejar de cocinarle -Argumenté.

- ¡Jamás! Preferiría comer esto todos los días -Dijo Juan y nos reímos.

Terminé de servir y me senté frente a él, comenzamos a desayunar en ese silencio característico de las siete de la mañana.

-Es increíble como en tan poco tiempo eres con quien todos nos llevamos mejor -Comentó Juan- Tus compañeras llevan años y sin embargo es muy raro que hablemos como lo hacemos contigo.

-Supongo que es porque no estoy acostumbrada a cómo debe comportarse una sirvienta -Contesté.

-No al contrario, me agrada que seas así, que te demuestres tal como eres -Insistió Juan.

Tal vez él tenía razón, desconocía como una sirvienta debía comportarse pero la verdad era que no tenía privilegios con respecto a mis compañeras y hacía lo mismo pero también formaba amigos.

-Cada día me sorprendes más, en verdad -Dijo Juan e hizo una pausa- Debo despertar a Samanta o se le hará tarde para ir al colegio.

Juan se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto de Samanta, yo cambié el plato para que ella desayunara con su padre, todo estaba muy bien con su salud y eso solo era motivo de alegría, todos aprendieron que la vida se vivía en momentos y que cualquier día podía llegar a ser el último. Ambos bajaron a desayunar.

- ¿Podría salir a enviar una carta? -Pregunté.

- ¿Pero vas a peinarme Kat? -Preguntó Samanta.

-Volveré a tiempo, no te preocupes -Respondí.

La oficina de correo cerraba una hora antes de que terminara de trabajar y era cuando más movimiento había, debía aprovechar estos momentos.

-Ve Kat, no te preocupes -Dijo Juan- En su defecto tendré que peinarla yo.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora