Capítulo 7.

16 2 0
                                    

  Jamás en mi vida, en ninguno de mis veinte años, había degustado comida tan deliciosa como la que había en este lugar, me tocaban comer restos pero eso en verdad no me importaba. Ya se había hecho la mañana siguiente, Pablo y Juan no estaban en la casa y Samuel cuidaba de Samanta en la cocina mientras yo limpiaba.

- ¿Cómo te llamas? -Preguntó Samanta.

- ¿Yo? -Respondí confundida.

-Sí, tú -Afirmó la pequeña.

-Me llamo Katrina -Contesté.

-Katrina, quiero pedirte disculpas, mi padre me hizo entender que mi reacción fue muy exagerada -Dijo Samanta- ¿Podrías perdonarme?

-Está bien, te perdono Samanta -Afirmé sinceramente.

Se hicieron unos segundos de silencio, yo terminé de guardar un par de cosas.

- ¡Tengo tanta hambre que creo que se me van a notar los huesos! ¿Podrías prepararme un postre, Katrina? -Pidió Samanta.

- ¿De qué tipo? -Pregunté.

-Alguno rico que lleve chocolate -Pidió Samanta.

¿Y ahora que hacía? Si jamás había cocinado algún postre, el que solía hacer eso era mi padre quien intentó enseñarme pero al mismo tiempo no me dejaba tocar esas preparaciones, que de por cierto eran muy simples. Pensé durante unos segundos más pero aun así no se me ocurría nada.

-Hay un libro con recetas de postres en el primer cajón -Comentó Samuel.

-Gracias, intentaré hacer algo -Contesté.

Busque la receta que me pareciera más fácil y que menos cosas llevara aunque eso sea irrelevante para ellos, no les molesta desperdiciar dinero en cosas que no son necesarias, no les molestaba gastar en excesivos lujos cuando algo sencillo resultaba suficiente. Puse ingredientes en un bol y comencé a batir con un batidor de mano.

- ¡Pero por Dios! ¿Por qué no usas la eléctrica? -Preguntó Samuel.

- ¿Qué cosa? -Pregunté sin entender.

-La batidora eléctrica -Respondió Samuel.

El mayordomo se levantó y de un mueble sacó un artefacto extraño con dos utensilios de metal los cuales encastró en lo primero que sacó, lo enchufó en un toma corriente, lo bajó hacía mi preparación y comenzó a batir, salté hacia atrás del susto y Samanta se rio un poco.

- ¡No te asustes! -Exclamó riendo Samuel- Ya aprenderás a usarlo y todo será más fácil. Tómalo.

Agarré ese artefacto del mismo lugar del que Samuel lo tenía agarrado, la mano me temblaba tanto por las vibraciones que recibía de esa máquina.

-Cuando quieras pararlo, tan solo vuelve la perilla para atrás -Explicó Samuel.

-Entiendo -Afirmé.

Estaba realmente concentrada en lo que estaba haciendo, corroboraba que llegara a su punto correcto con una cuchara adicional, hacía tanto ruido que no lograba escuchar lo que hablaban detrás mío, tan solo esperaba que no me estuvieran hablando a mí. Y en verdad tenía toda la razón del mundo, ¡Era muchísimo más fácil! Era un privilegio de ricos.

- ¡Katrina! -Gritó Pablo.

Estando muy cerca de mí, me di vuelta de inmediato un poco asustada sin darme cuenta de que había levantado los batidores con la máquina encendida y una pasta viscosa en ellos, vi detenidamente como su cara se ensuciaba con esa masa como su camisa. Mi boca se abrió de inmediato por la sorpresa.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora