Capítulo 5.

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"Querida madre:

Estoy bien, conseguí un trabajo como sirvienta en una mansión, cuyos dueños se apellidan Campos. El señor Juan me aceptó casi sin problemas aunque creo que su hijo Pablo tuvo bastante que ver. No he pasado frío ni hambre, y espero que ustedes tampoco, ni bien consiga mi primer pago enviaré dinero para que puedan vivir y alimentarse.

Los extraño mucho, eso no pienso negarlo pero creo que todo esto es necesario por muchas cosas, entiendo que estés molesta pero quiero que entiendas que también necesitaba abrir mis alas para intentar tomar vuelo y que las tormentas que tenga que pasar, también las voy superar. Te amo, como a mi abuela y como a mi hermano.

Intentaré volver lo antes posible para aunque sea abrazarlos por un par de minutos.

Los quiere, Katrina."

Cerré esa carta en un sobre color beige, pero no sabía siquiera donde enviarla, la guardé en el bolsillo de mi uniforme.

Comencé limpiando la sala con dedicación, debía hacer todo de la mejor forma para evitar que me despidieran, no podía ni siquiera arriesgarme a perder esta oportunidad. Luego me pidieron que me encargara de tender la ropa en otra habitación. Tuve que llevar la ropa a un lugar en una esquina del jardín donde solo había sogas para tender la ropa mojada, ¿Acaso en cosas tan absurdas gastaban el dinero los ricos? ¿Qué tenía de malo que la ropa estuviese colgada en el jardín del fondo donde la gente no la ve normalmente?

Comencé a cantar, de todos modos nadie podía escuchar nada, dos canciones me habían llevado terminar de colgar todo, con el balde vacío me di vuelta de prisa, verlo hizo que gritara del susto y terminé tirando al piso el balde haciendo bastante estruendo.

-Tranquila -Dijo Pablo.

-Lo lamento, me asusté mucho -Me disculpé.

-Ya veo -Dijo Pablo.

Levanté el balde y lo dejé cerca de la puesta para poder descolgar lo que ya estaba seco.

-Cantas muy bonito -Comentó Pablo.

-Muchas gracias -Agradecí.

- ¿Te gusta la música? -Preguntó Pablo.

-Sí, la música es mi vida, no podría vivir sin ella -Afirmé.

- ¿Sabes tocar algún instrumento? -Preguntó Pablo.

¿Cómo explicarle? Sí, se tocar la guitarra o al menos eso creo, pues jamás había tenido el privilegio de poder demostrar que podía, pasé años observado a un artista callejero amigo durante mi trabajo vendiendo pan, sabía que si ponía dos dedos, uno sobre otro, en el tercer lugar tenía una melodía muy aguda y que en cuando más me acercaba al cuerpo más grave se escuchaba, a veces cantaba con él pero solo en algunas pocas ocasiones, solía decirme siempre que triunfaría en todo lo que me propusiera, quizá falte tiempo para descubrir si lo que él me decía era verdad. Mi gran amigo Federico, la vida le ofreció un obsequio a la muerte de muy poca edad.

Comencé a juntar la ropa, cada prenda la doblaba y dejaba en la mesa para cargarla.

-Algo así -Contesté- Nunca he tocado ningún instrumento.

- ¿De verdad? -Preguntó Pablo- Tienes una entonación perfecta.

-Gracias -Dije amablemente- Supongo que mi padre me ha enseñado bien.

- ¿Enserio? Eso es muy bueno -Comentó Pablo- Si algún día lo conozco quizá podría escucharlos cantar juntos.

Se hizo un silencio un poco incómodo.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora