Capítulo 38.

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-Te ves muy linda hoy abuela –Comenté.

-Muchas gracias Katita –Contestó Denisse- También te ves radiante hoy.

-Muchas gracias abuela, me siento muy feliz –Conté.

- ¿Y a qué o quién se debe verte tan radiante? –Consultó Denisse e hizo una pausa- Hacía ya varios meses que no te veía así.

-Lo sé, vendrán tiempos mejores –Aseguré.

- ¿No le piensas contarle a tu abuela? –Preguntó Denisse.

-No es que no quiera, no es el momento –Aclaré.

- ¿Me prometes que seré la primera en saberlo? –Pidió Denisse.

-Está bien –Acepté.

Me quedé un momento más de esa manera, poco tiempo después había llegado mi madre del mercado. Ya no estaba tan molesta como el primer día de haberme entrado de que había ocultado las cartas, ya estaba todo ese ambiente un poco más tranquilo.

Saludé a mi madre y comencé a preparar los panes para la mañana siguiente, ya faltaba poco para que vinieran a buscar a Iván así yo podría amasar, solo dejé que fermentara un poco para obtenerlos altos.

Sam y Denisse se habían ido a la habitación a descansar un poco, generalmente lo solían hacer. Limpié mis manos rápido y atendí la puerta con todo mi delantal de cocina marcado con harina, ¡Hasta en mi pelo tenía y en ese momento no me había dado cuenta! Detrás de la puerta no estaba la señora Miller, sino que estaba Julián.

- ¿Julián? –Pregunté sorprendida.

- ¿Hubo una batalla? –Preguntó Julián.

- ¿Perdón? –Respondí confundida.

-Nada, mi madre no pudo pasar por Iván –Comentó Julián.

-Pasa –Invité.

Y si, vio mi humilde hogar, donde en la mesada tenía una gran masa leudando, donde no había muebles finos o brillantes ya que la pintura se había totalmente opacado. Su sonrisa se desvaneció pero eso no me sorprendía: Después de todo él vivía repleto de todos los lujos que yo no tenía, al menos por ahora.

-Ya terminamos –Dijo Iván- Sólo diez minutos más.

-Puedes sentarte –Afirmé- ¿Quieres algo de beber?

-Agua está bien –Dijo Julián.

Él se sentó en el sillón que apuntaba al ventanal, le llevé un vaso de agua que dejé en la pequeña mesa que tenía al frente.

-Tu casa es muy... -Comenzó a decir Julián.

Pero sus palabras no se completaban, prefería ahorrarle el momento incómodo.

-Vieja y destruida –Aseguré.

-No –Negó Julián- No iba a decir eso.

-No te preocupes, no eres el primero que lo piensa –Confirmé.

Se hizo un silencio, ya los niños estaban guardando sus cosas e Iván se acercó a los pocos segundos.

- ¿Terminaste? –Preguntó Julián.

-Así es –Contestó Iván e hizo una pausa- ¿Puedo venir aquí mañana?

-Iván, no puedes venir porque sí –Explicó Julián- Quizás a Patrick y su familia eso les moleste.

-No es molestia, él es invitado cuando quiera –Dije.

-Bueno está bien, pero sólo mañana –Aclaró Julián.

Julián se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta, los acompañé y despedí. Mi cabeza se preguntaba las razones de que Iván quisiera volver, ¿Y si todo esto era un plan de Julián? ¡Se podía esperar cualquier cosa en la vida!

Terminé de preparar los panes y comencé a hornearlos, preparé té para acompañar la cena: Pan, no había otra cosa, ya era el segundo día así y eso me desagradaba, no quería que mi familia estuviera pasando por esto de nuevo y el hecho de encontrar un trabajo se estaba dificultando bastante, sólo esperaba que lo de cantar con Gabriela llegara a funcionar para al menos poderles ofrecer algo más que pan.

No aguanté las lágrimas, cada vez esto me dolía más, tenía en claro que habíamos pasado por momentos peores en los que nos alimentábamos con agua por días, pero cada vez que volvía a pasar esto me desesperaba un poco más que la vez anterior, Patrick solía almorzar en la escuela y algunas veces comía poco para traernos un poco, también muchas veces las encargadas, como conocían la situación, le servían un poco más para que nos pudiese traer y que él no pasara hambre, yo también lo hacía cuando eso era necesario a su edad y la verdad que pasar por eso no me molestaba tanto, más lo era que mi familia lo tuviera que soportar, había cosas más fuertes para mí.

Aun así le preparé su comida absurdamente favorita: Pan con un poco de tomate y un poco de queso al horno, como si fuera una pizza falsa hecha con una tostada, ¿Se conformaba con poco o me intentaba demostrar que todo en realidad estaba bien? Que las cosas no eran tan malas como pensaba o como mis ojos las veían.

Cenamos en paz y tranquilidad, todo parecía que estaba en orden y curso. Me fui temprano a mi alcoba, vi esa pila de cartas en la mesa que tenía enfrente, creí que debía contestar al menos una de ellas por más de que nunca la fuera a mandar.

"Querido Pablo:

Siempre vas a ser mi primer amor, ese tan puro que me enseñaste cada día que pasé contigo, a pesar de cada adversidad a la que nos habíamos enfrentado. Te sigo queriendo, no lo voy a negar, pero soy consciente de que no te debo querer de esta manera, que no te debo desear con tanta intensidad todavía, después de tantos días sin verte. Es algo que intento aprender durante todos los días de mi vida y al mismo tiempo es algo que a veces me supera cuando no debería ser así.

Perdóname por extrañar tus sonrisas por las mañanas, perdóname por querer escuchar de nuevo un buenas noches de tu boca, pero aún no puedo asimilar esto, no quiero, me rehúso a creer que es verdad que no podremos estar juntos, nunca más. Irónicamente te necesito, como nunca antes había necesitado a nadie, y al mismo tiempo quiero que hayas reconstruido tu vida para no terminar sintiéndome culpable después, para demostrarme que si eres imposible.

No debo, me sofoca, quisiera no haberte conocido y al mismo tiempo agradezco que los mejores días de mi vida los pasé contigo, el destino es caprichoso, ¿No crees?

Con amor, Katrina."

Y sí, volví a pensar en él, volví a recordar cada paso de su cuerpo por el mío, ¿Quién podría resistirse a querer revivir eso de nuevo? Pero no podía ¡No podía! Y no es algo muy difícil de explicar, aun no puedo expresármelo ni a mí misma como si las palabras se comenzaran a trabar cuando están saliendo de mi boca a punto de confesar todo, y no puedo, me vuelvo a frenar en algo que no pude controlar. Me enamoré de una persona de la cual no debía enamorarme y ahora me toca llevarla en mi piel y en mi pecho como si fuera una marca permanente, que parecía se quedaría para siempre.

-Dios, universo, o quien sea que me escuche, saca a este hombre de mi cabeza por favor –Pedí- Permíteme volver a sentir lo mismo con alguien que corresponda, te lo suplico.

Ya no tenía remedio, ya no sabía que hacer pero sabía lo que necesitaba en mi vida: No tenerlo a él.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora