Capítulo 31.

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  Pasó un año desde la última vez que había cruzado alguna palabra o mirada con el señor Pablo Campo Orozco, era imposible olvidarse de un veintiocho de agosto. Las palabras de mi madre me estremecieron, me hicieron entender tanto las palabras de mi padre Richard, me quitaron todas las ganas de volver a querer relacionarme con él ¿Quién querría después de enterarse de esa bomba? ¿Cómo podía arrancarse un sentimiento así del pecho? Me arrepentía de haber ido a la ciudad, me arrepiento de haberlo conocido, me arrepiento de sentir lo que siento.

Fue un año intenso en el que tuve que trabajar mucho para solventar los gastos de mi familia, al menos mi madre había sanado y habíamos podido comprar los lentes para Patrick, un año en el que no volví a ver a los Campos Orozco.

Salí a vender pan como todos los días, fui cantando en el camino como también normalmente lo hacía, la vida no era tan mala como antes pero tampoco era tan buena como pretendía que fuera. Una mujer me seguía en el camino, irónicamente no me asusté como me podría haber asustado si quien me seguía hubiera sido un hombre cuando una muchacha podría provocarme algo malo de igual forma. Esta situación comenzó a incomodarme un poco por lo que me detuve notando que ella también se había detenido, esperé diez segundos para confirmar lo que pensaba.

- ¿Por qué me vienes siguiendo? –Pregunté molesta.

-Disculpa –Contestó la mujer- Mi nombre es Gabriela Palma.

-No has respondido mi pregunta –Insistí.

-Tienes razón –Dijo Gabriela e hizo una pausa- Me gusta mucho tu voz, tienes un timbre perfecto.

-Supongo que gracias –Dije confundida.

-Caminemos –Propuso Gabriela.

La situación era demasiado extraña para mi gusto, sin embargo decidí poner un voto de confianza y seguir su petición ya que faltaban pocos metros para llegar. Se había hecho una pausa.

-No es la primera vez que te escucho –Confesó Gabriela.

- ¿Enserio lo dices? ¡Como si no me hubiera dado cuenta! –Comenté.

-Lo siento, perdón –Se disculpó apenada Gabriela.

-En fin, no te conozco, y ahora tengo que vender pan, así que si no te molesta debo seguir –Aseguré.

- ¡Espera! –Pidió Gabriela.

- ¿Qué pasa? –Pregunté.

Imaginando diez mil escenarios posibles en mi cabeza, desde algo bueno hasta algo malo, para mí y hasta ajeno.

- ¿Te gustaría trabajar cantando? –Propuso Gabriela.

¿Trabajar cantando? ¿Yo? ¿Cómo las artistas que escucho por la radio? ¿Con canciones como las que memorizo de la misma? Parecía algo imposible y lejano, en verdad lejano, ¿Yo ser una cantante? ¡No podía ni siquiera imaginármelo! Gabriela me dio una tarjeta en la mano.

-No tienes que contestar, piénsalo con calma. Cuando tengas una respuesta o quieras saber más, me buscas en esta dirección o me llamas –Dijo Gabriela.

No sabía que contestar, era lo último que me esperaba escuchar.

-Lo voy a pensar –Dije casi sin darme cuenta.

-Ya sabes cómo encontrarme –Comentó Gabriela.

La idea continuó dándome vueltas por la cabeza durante todo mi trayecto, en cada pan que anunciaba, en cada pan que vendía, es que era lo que menos esperaba que me propusieran, lo último en lo que mi cabeza pensó en que podía dedicarme a pesar de que tenía en claro que no vendería panes por el resto de mi vida.

Lamento Haberme Enamorado de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora