CAPÍTULO 21: EL DE LAS ESPOSAS I

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¡Las tres camareras!


-Traemos las cosas que nos habéis pedido. -anunció RJ mientras entraba por la puerta del apartamento de Chandler y Joey, con Sam detrás. Los dos hombres, pocos días atrás, habían sufrido un robo y lo único que tenían era una canoa- La verdad es que ahora parece más grande.

-No hay nada mejor que un robo. -ironizó Chandler mientras se levantaba de la canoa- ¿Entonces está todo?

-Sí. -respondió Sam- Los dos colchones inflables, vasos, platos, cubiertos, toallas, mantas, almohadas... -dijo mientras iba sacando todo lo que enumeraba de las bolsas.

-Sigo sin entender por qué no os queréis seguir quedando conmigo. Yo tengo muebles.

-Pero solo tienes una habitación y jamás voy a volver a compartir un sofá cama con Joey. -a Chandler le dio un escalofrío, recordando aquella única noche durmiendo con su mejor amigo- Muchas gracias. ¿Cuánto te debo? -preguntó mirando las cosas que le habían traído.

-No te preocupes por eso. La familia se ayuda. -respondió rápidamente Sam, con una pequeña sonrisa.

Chandler asintió, sin comentar nada respecto aquello. Él sabía perfectamente que había sido RJ la que les había comprado esas cosas y, además, la que les dio dinero para poder pagar las facturas. Pero prefirió ahorrarse el comentario de por qué él tenía que ponerse las medallas.

-Genial. Porque tampoco tengo con qué pagarte. -Chandler quiso sonar divertido y despreocupado, pero acabó sonando todo lo contrario y haciendo una mueca extraña como si se estuviese aguantando un grito.

-Ya, a mí me debes una pizza por los esfuerzos. -bromeó mientras caminaba a la canoa y se sentaba, cogiendo el periódico que antes había estado leyendo su hermano.

-También hemos traído una bomba de aire de pie para poder hinchar los colchones. -Sam alzó la bomba, mirando a Chandler. El castaño miró a su cuñado y después a su hermana antes de caminar hacía ella- Que supongo que tendré que hinchar yo. -asintió, cogiendo los dos colchones y yendo a la habitación de Joey.

-No te lo tomes a mal, cariño. Es solo porque él no tiene resistencia física. -dijo divertida, sin levantar la vista del artículo sobre la lesión de un jugador de algún equipo de futbol americano que no le interesaba realmente. Chandler le dio una sonrisa forzada a su cuñado antes de sentarse frente a RJ y quitarle el periódico- ¡Eh! Lo estaba leyendo.

-¿Ah sí? -alzó la ceja y se fijó en el artículo- ¿Cómo se llama el jugador?

-Se llama métete en tus asuntos.

-¿Esa es manera de hablar a tu hermano mayor? Tendré que decírselo a mamá... -bromeó, pasando rápidamente las páginas para volver a la sección de pasatiempos.

-Oye, tampoco hay que pasarse.

-¿Aún no la has llamado para decirle que estáis en el mismo continente?

-Claro. Y quedamos todos los lunes para comer. Ahora es una buena madre. -respondió irónica, inclinándose para leer algo de la parte trasera del periódico- ¿Tú has llamado a papá?

-Por supuesto. Y vamos a hacer un número musical los dos juntos en su cabaret. -respondió con el mismo tono irónico, y moviendo el periódico para que pudiera ver también las pistas del crucigrama.

Los señores Bing no habían sido los mejores padres del mundo, pero, al menos, eran padres decentes. Todo eso hasta que llegó el divorcio y pasaron a ser padres desastrosos. Apenas se interesaban por ellos, solo se dedicaban a despotricar contra su expareja y a intentar manipular a los niños para ponerlos en contra del otro progenitor. La situación había sido horrible y más aún cuando su padre hizo el cambio. Chandler pasó muchos años culpando a su padre de desencadenar todo aquello y, aunque en su edad adulta lo entendía, no acababa de perdonarle del todo. Con su madre era diferente porque, aunque prefería también evitarla durante toda su vida, no la culpaba. En cambio, RJ nunca había sido apegada a su madre, sino que era más bien una niña de papá. Durante el divorcio y los años posteriores se distanció de ambos porque los culpaba a los dos de igual manera de haberles arruinado la infancia. Fue cuando su padre cambió que se le ablandó un poco el corazón, pero, aun así, no fue hasta que se marchó a Londres cuando retomó totalmente la relación con su padre y empeoró más la que tenía con su madre. Su madre rara vez la había apoyado en sus decisiones y cuando se marchó le dijo que le daba un mes para volver llorando. Apenas habían hablado diez veces en todos esos años.

More Than Friends ;; J. TribbianiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora