Capítulo 20: III

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Salgo de la habitación cerrando la puerta. Me he cambiado de ropa a lo más cómodo que he visto, un chándal y una sudadera. Si me ha visto hecha un asco no tengo porque mantener las apariencias con él, tampoco es algo que me importe ahora mismo.

Camino por el pasillo hasta llegar a las escaleras, bajo por ellas agarrándome de la barandilla. Una vez abajo examino las puertas, no tengo ni idea. Decido abrir la más cercana, pero antes de dar un paso dentro veo al gato a mis pies. Me observa fijamente mientras permanece sentado moviendo la cola con tranquilidad de un lado a otro.

― Hola. ― Murmuro dando un paso atrás.

Me observa por unos segundos más. Después, se levanta y pasa entre mis piernas. Me giro para ver a donde se dirige. Se acerca hasta otra puerta y empieza a rasguñar la madera, se detiene y me mira de nuevo.

― ¿Quieres que te abra? ― Inclino la cabeza confusa. Vuelve a rasguñar la puerta.

Camino hasta la puerta y la abro, el gato entra al interior y desaparece de mi vista al doblar una esquina. Me encuentro con varias estanterías llenas de libros por todos lados, además de mesas y sillas., también hay alguna tabla de ajedrez con sus respectivas piezas colocadas.

Entro dejando la puerta abierta. Examino los libros, hay demasiados, ni siquiera entiendo en qué idioma están los títulos. Agarro uno al azar y lo hojeo, no entiendo ninguna palabra, ni siquiera hay dibujos o imágenes.

― Buena elección.

Levanto la mirada asustada y cierro el libro de golpe. Sonríe con los labios juntos, abre la mano frente a mí. Le entrego el libro y lo coloca en su sitio.

― Me asustaste. ― Informo sintiendo los latidos de mi corazón relajarse.

― No hace falta que lo jures. ¿Qué haces aquí? ― Su sonrisa ha desaparecido, pero su rostro sigue siendo amigable.

― Estaba buscando el comedor y seguí al gato.

― Ven, te llevaré hasta allí.

Sale por la puerta que había dejado abierta, le sigo en silencio. Después de pasar varios pasillos y puertas llegamos al comedor. La casa es tan grande que parece un laberinto, supongo que hay que acostumbrarse.

― Siéntate. ― Señala una mesa en la que perfectamente podrían entrar más de 10 personas, aunque solo hay dos sillas a cada extremo.

Él es el primero en tomar asiento, a continuación le sigo yo, cada uno en un extremo. Su mirada permanece en las grandes ventanas a nuestro lado, tiene un aire pensativo.

Antes de poder iniciar una conversación aparecen los platos y cubiertos flotando, haciendo que quede hipnotizada en la forma que se colocan sobre la mesa. Inmediatamente, le siguen las servilletas, los vasos y algún complemento más.

Cupido mantiene la mirada perdida en la ventana todo el rato, ignorando por completo los objetos moverse de un lado a otro.

Observo la comida en mi plato, la boca se me hace agua, tiene un aspecto increíble.

― La comida te dará energía y recuperará tu poder. ― Explica mirándome de reojo por un segundo.

Un poco desconfiada doy el primer bocado, degustando el sabor que hace mucho no sentía. Es cuestión de segundos para que empiece a comer totalmente concentrada, aislada de lo que sucede alrededor. Cuando termino me limpio con la servilleta, levanto la mirada encontrando a Cupido mirándome fijamente.

― ¿Qué pasa? ― Pregunto ligeramente incómoda. Niega con la cabeza.

― Nada. ― Desvía la mirada a su comida sin tocar. ― Estaba pensando.

― ¿En qué?

― Se me ha acumulado el trabajo y unos asuntos que tenía que resolver. ― Con lentitud da el primer bocado, deja el cubierto de nuevo en la mesa. Frunce el ceño pensativo y vuelve a clavar su mirada en mí.

― Dime. ― Insisto, relaja el rostro.

― ¿Querrías venir a una fiesta? ― La pregunta me toma por sorpresa.

― ¿Fiesta? ― Repito, me muestra una ligera sonrisa.

― Los espíritus celebran una fiesta en la que se reúnen, sirve para entablar amistades y presentar a los nuevos. Me han pedido que presente a los nuevos. ― Hace una pausa bebiendo agua. ― No me gusta la idea, pero si lo rechazo pueden malinterpretarlo.

― ¿Y por qué tengo que ir yo?

― No estás obligada. ― Aclara. ― Pero estaba pensando si te vendría bien asistir y no quedarte aquí sola.

― Pero no soy un espíritu.

― No te preocupes por eso. ― Mueve la mano y todo vuelve flotando por donde vino. ― Quizás te venga bien relacionarte un poco.

― No tengo buena experiencia con los espíritus. ― El recuerdo del señor con barba pasa por mii mente.

― Los guardianes nunca asisten. ― Informa intentando relajarme, aunque me entristece un poco por no ver al peliblanco. ― No te pasará nada, estaré contigo todo el tiempo.

Suspiro y me relajo en la silla. Lo debato en mi mente por unos segundos. ¿Ir a la fiesta o quedarme aquí encerrada? Creo que no perderé nada por ir y ver el panorama.

― ¿Y qué pasa si no puedo ver a los espíritus? ― Formulo la pregunta en cuanto cruza por mi mente.

― ¿Puedes verme? ― Asiento. ― ¿Puedes ver a los guardianes? ― Vuelvo a asentir. Sonríe de lado y se levanta de la silla. ― Ahí tienes la respuesta, no deberías tener problema en verlos.

― ¿Le dirás a Jack que iremos? ― Mi pregunta le provoca una carcajada. Camina en mi dirección.

― Jack no es tu padre, pero si eso te mantiene más tranquila se lo haré saber. ― Se detiene detrás de mí. ― Deberías descansar, mañana te enseñaré el resto de la casa.

Asiento, tampoco tengo nada mejor que hacer.

Me acompaña hasta mi habitación mientras me cuenta más sobre la fiesta. No parece un lugar peligroso, incluso habla bien del resto de espíritus, pero igualmente no me genera total confianza. Quizás he cogido la manía de desconfiar de todo y de todos. Aunque para ser sincera, básicamente estoy en sus manos, si quiere hacerme daño podría hacerlo en cualquier momento, así que no me queda de otra que confiar mientras este aquí. De momento no ha hecho nada malo y, tal vez, estoy siendo muy paranoica. 

***

Seguiré publicando en estos días, así que estén atentas. :)

Gracias por los votos y comentarios, las adoro a todas. Felices fiestas, feliz navidad, feliz año nuevo... etc, aprovecho para felicitarlas todo JAJAJA

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora