Capítulo 18: I

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Vuelvo a la cueva, camino en la oscuridad con cuidado hasta que mi vista se acostumbra. Cupido se encuentra sentado con la espalda apoyada en la pared y las piernas extendidas.

― Hola, preciosa. ― Saluda sin separar la vista de sus manos. Me acerco hasta que consigo ver lo que sostiene en la palma, el pequeño muñeco de nieve.

― Hola. ― Saludo en un susurro, me siento a su lado. Agarro la manta y la extiendo sobre mi cuerpo.

― Aunque sea un trozo de hielo tiene buenos detalles... ― Murmura examinando el muñeco.

― Sí, es bonito.

Levanta la mirada y me sonríe de lado.

― Así que Jack te parece bonito. ― Sin darme cuenta asiento con la cabeza, pensando que se refería al pequeño muñeco.

― No, no. ― Niego rápidamente al caer en cuenta de sus palabras. Suelta una carcajada y la vergüenza me invade. Los latidos de mi corazón, que se habían relajado, vuelven a acelerarse.

― No me engañas, preciosa. ― Me guiña un ojo, poniéndome más nerviosa.

― Pensé que te referías al muñeco. ― Me excuso, suelta otra carcajada.

― ¿Me enseñas el collar? ― Pregunta divertido. Asiento un poco extrañada, saco el collar de debajo de mi camiseta.

Extiende la mano y pasa la yema por el hielo, siguiendo su forma.

― Así es... ― Murmura para si mismo mientras lo examina. Le observo confundida en silencio. ― ¿Te dio algo más?

― La manta.

Chasquea la lengua en desaprobación. ― Bonitos detalles de su parte, pero debería haberte buscado un sitio mejor, una cueva no es lugar para una dama.

― Tampoco soy una dama.

Precisamente de dama tengo poco.

― Igualmente, este no es un buen sitio. ― Deja el muñeco sobre mis piernas. ― Por la mañana iremos a mi casa.

― ¿Por qué no vamos ahora?

― No quiero que se desmaye si vuelve y no te encuentra. ― Responde sin importancia, recordándome que Jack no lo sabe.

― No creo que vuelva tan pronto. ― Comento mirando la salida, entra suavemente la luz de la luna.

― Yo creo que sí. ― Se cruza de brazos y se acomoda, inclina la cabeza dejándola apoyada.

― ¿Vas a dormir así? ― Pregunto cuando cierra los ojos. No tiene pinta de ser una posición muy cómoda.

― Sí. ― Abre un poco uno de sus ojos. Eleva una de las comisuras, dándome una sonrisa ladeada. ― Si pasa algo me daré cuenta. ― Dice con seguridad. Me encojo de hombros.

Si él quiere dormir así, pues que lo haga. Me acomodo tumbándome por completo, le doy la espalda. Cierro los ojos e intento conciliar el sueño, pero el peliblanco no sale de mis pensamientos.

Mi mente da vueltas, repasando todos los momentos con él. Intento concentrarme en otra cosa, pero es imposible.

― ¿En que piensas? ― Me sobresalto al escuchar su voz.

― En nada, no puedo dormir.

― Sería normal, porque te tiraste toda la tarde durmiendo. ― Hace una pausa. ― Pero no es por eso.

― Entonces, ¿por qué es?

― Dímelo tú. Los latidos de tu corazón no dejan que me relaje. ― Me incorporo y lo miro extrañada. ¿Cómo puede escucharlos?

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora