Capítulo 26:II

932 82 11
                                    

Estiro el brazo para alcanzar la bolsa, mis dedos rozan la tela cuando escucho una puerta abrirse. Rápidamente, doy varios pasos atrás y finjo que estaba mirando la pared. De reojo veo al peliblanco y a Cupido acercarse atravesando la sala de entrenamiento.

―¿Qué haces? ―pregunta al abrir la puerta de cristal―. Te dije que continuarás.

Estiro los brazos y me encojo de hombros.

―Estaba cansada de estar sentada.

Se cruza de brazos. Mantenga la mirada en sus ojos verdes, negándome a mirar al peliblanco que ha entrado y se encuentra justo a su lado.

―Al suelo ―ordena.

Hago caso y vuelvo a sentarme con las piernas cruzadas. Cupido se sienta junto a la bolsa, en el mismo sitio de antes, y Jack permanece de pie junto a la puerta. Siento su mirada sobre mí, pero no tengo la suficiente valentía de mirarle ahora. El ambiente se siente tenso e incómodo.

―Cierra los ojos y concéntrate.

Respiro hondo, queriendo ignorar la presencia del espíritu, pensando que solo estamos Cupido y yo.

―¿En qué consiste? ―pregunta el peliblanco, inmediatamente escucho un bufido del ojiverde.

―Cállate.

―Sólo he preguntado.

―Silencio.

―Quiero saber de que es el entrenamiento ―insiste Jack, a pesar del tono de Cupido.

Abro los ojos encontrándome directamente con sus orbes verdes. Por un momento, me parece ver un destello de rabia, pero desaparece en el momento. Gira el rostro para mirar al peliblanco e imito su acción.

―Lo sabrás cuando te calles.

Se desafían con la mirada por unos segundos. Decido intervenir para relajar el ambiente.

―Jack ―llamo su atención, sus ojos azules se fijan en mí―, hazle caso.

Frunce ligeramente el ceño ante mis palabras, pero no protesta. Se sienta en el suelo y apoya la espalda en el cristal.

―Al fin ―suspira Cupido y se tapa los ojos con la mano―. ____, por favor.

Asiento, aunque no me está viendo. Cierro los párpados y respiro hondo, preparándome para vaciar mi mente.

***

―¿Puedes estar quieto? ―regaña Cupido. Doy un respingo por el susto que me provoca el tono de su voz, no esperaba que hablara de repente.

―Llevamos una hora aquí y no ha pasado nada ―se queja el peliblanco, quien se ha tumbado en el suelo y observa el techo con aburrimiento.

―Han pasado diez minutos ―corrige― y no paras de moverte.

―Porque estoy aburrido ―levanta los brazos y cruza las manos detrás de su cabeza.

―Puedes irte, nadie te obliga a estar aquí.

Mientras siguen discutiendo, aprovecho para levantarme y estirar las piernas. La verdad es que se ha sentido como más de diez minutos, mínimo media hora. No he conseguido escuchar los latidos de mi corazón, incluso he comprobado si tenía pulso con los dedos en el cuello, porque ya empezaba a dudarlo.

―No se concentra por tú culpa ―recrimina Cupido.

El peliblanco me mira de reojo y levanta una de sus comisuras ligeramente, a penas de forma perceptible, pero ese gesto es suficiente para activar mis nervios. No hay que ser un genio para intuir que ha pensado en lo que pasó por la noche. Al menos, eso es lo que acabo de pensar yo y mi corazón se ha descontrolado en respuesta.

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora