Capítulo 15: II

938 101 62
                                    

― La bella durmiente despertó. ― Arrastra las palabras con picardía, mientras levanta una de sus comisuras y aparece un hoyuelo en su mejilla.

Se detiene a unos pasos de distancia. Sus ojos verdes se pasean por mi rostro, analizándome sin disimulo. Me siento diminuta e indefensa ante la intensidad de sus ojos. Me remuevo incómoda y desvío la mirada al suelo.

― Así es. ― EL peliblanco se levanta, se pone a su altura y ambos me observan en silencio.

― ¿Quién es? ― Pregunto queriendo desviar la atención de mí. Entonces caen en cuenta que es un extraño para mí.

― Soy Zed, preciosa. ― Hace una pequeña reverencia, como si fuera un príncipe. Levanta la cabeza y guiña uno de sus ojos, después se vuelve a incorporar.

― Es un espíritu. ― Añade Jack con el ceño ligeramente fruncido, mientras observa de reojo al extraño. ― Me ayudó a traerte de vuelta a la cueva.

― ¿Puedes tocarme? ― Pregunto incrédula fijando la mirada en él. Suelta una carcajada ante mi expresión.

― Claro que puedo. ― Hace una pausa y se cruza de brazos. ― Pesas más de lo que imagine. ― Comenta y consigue ofenderme, aunque hago caso omiso.

― ¿Por qué él si puede? ― Balbuceo, esta vez dirigiendo la mirada al peliblanco. Se encoge de hombros, cualquiera diría con indiferencia, pero noto la tensión que aparece en su mandíbula.

Un silencio se crea entre los tres. Muchas preguntas rondan por mi cabeza, pero no me siento lo suficientemente confiada como para dejarlas salir. No conozco a ese espíritu de nada. En primer lugar, ni siquiera parece un espíritu. Viste como una persona normal, entendiendo por normal a un humano. No tiene ningún rasgo sobrenatural o fantástico, como por ejemplo el hada de los dientes, incluso Jack tiene el pelo blanco. Sin embargo, su pelo rizado es de un tono cobrizo y sus ojos son verdes, sin nada fantástico en su rostro, quizás lo único sobrenatural es la belleza que irradia. Tampoco soy capaz de encontrar ninguna marca extraña, ni ninguna parte de su cuerpo parece ser diferente.

― Me vas a desgastar si continúas comiéndome con la mirada. ― Suelta junto a una risa ronca que me pone los pelos de punta. ― Deberías usar tu energía en alimentarte. ― Señala la fruta provocando que ruede los ojos con fastidio. No voy a comer.

El peliblanco le explica la situación, mientras me dedica pequeñas miradas en las que demuestra lo que le molesta mi actitud. Espero pacientemente en el suelo.

― Toda una princesa. ― Afirma ante la explicación de Jack. ― Iré a por algo más digno para una dama de su nivel. ― Hace otra reverencia antes de darse la vuelta y alejarse. Observo su espalda mientras camina, incluso su forma de andar irradia belleza.

― No te dejes hipnotizar. ― Dice el peliblanco, provocando que desvíe la mirada a su rostro. Sus ojos me observan con reproche.

― No estoy hipnotizada. ― Protesto sintiéndome ligeramente idiota, porque en verdad sí que estaba algo embobada. Pero no lo admitiré nunca.

Nos quedamos en silencio. El peliblanco ya no tiene sus ojos clavados en mí, en cambio juega con su cayado distraídamente. A pesar de que miro cada uno de sus movimientos con intensidad, este no levanta la mirada. Por lo tanto, me permito compararle con el extraño: no irradian la misma sensación; no tienen el mismo aspecto mágico; uno pelo blanco y otro cobrizo; uno impresionantes ojos azules y otro ojos verdes; uno piel muy blanca y otro piel bronceada...

― ¿Es un espíritu? ― Rompo el silencio, provocando que levante la mirada molesto por interrumpir su juego. Asiente. ― No lo parece.

― No todos somos iguales, ____. ― Comenta con desinterés, pero una pizca de molestia se nota en su tono.

― No me refería a eso. ― Se encoge de hombros ante mis palabras. Agacho la cabeza y jugueteo con el borde de mi camiseta.

― Parece un humano. ― Murmuro sin levantar el tono. ― Normal. ― Agrego, más para mí que para el peliblanco.

― Vive entre ellos, según tengo entendido. ― Dice y subo la mirada sorprendida. Él observa la salida de la cueva, con aire pensativo. ― Todos pueden verle.

― ¿Quién es para que todos crean en él?

― Cupido. ― Su respuesta casi hace que suelte una carcajada, pero entonces lo medito unos segundos. En caso de que cupido existiera, tendría sentido que fuera él.

― ¿Todo el mundo cree en cupido? ― Pregunto incrédula, pues no me lo creo. Un ejemplo de que hay gente que no cree en él soy yo.

― Quizás no en cupido exactamente, pero sí en el amor. ― Explica todavía con la mirada pérdida. Una sonrisa irónica aparece en mi rostro.

― No todos creen en el amor. ― Afirmo provocando que me dedique una mirada de reojo, después vuelve a mirar al frente. Se queda en silencio y su mandíbula se tensa.

― ¿Tú no? ― Pregunta tomándome ligeramente por sorpresa. La respuesta no duda en salir de mis labios.

― No. ― Respondo con seguridad, el frunce ligeramente el ceño de forma casi imperceptible.

― Yo tampoco. ― Susurra y, a continuación, camina hasta la pared contraría.

― Insinuaste que sí. ― Contradigo, él se encoge de hombros. Deja el cayado en la pared y desliza su espalda hasta quedar sentado en el suelo, con las piernas dobladas cerca de su pecho. Coloca los brazos sobre sus rodillas, estirados y relajados.

― No puedo estar seguro de que sea real, pues nunca lo sentí. ― Inclina la cabeza hacía atrás, subiendo la mirada al techo y apoyándose en la pared. ― Pero no me quejaría si tuviera la oportunidad de experimentarlo.

― No es tan bueno como lo pintan. ― Suspira ante mis palabras cansado del tema, o eso creo.

― Dicen que nadie cree en el amor hasta que lo siente de verdad. ― Susurra con los ojos cerrados, sus pestañas rozando sus pálidas mejillas. ― Pero todos tenemos el deseo de sentirnos amados, aunque no lo admitamos. Por lo tanto, en el fondo creemos en ello, pues si no fuera así no desearíamos algo en lo que no creemos.

Sus palabras me dejan en silencio, observando su rostro totalmente relajado.

― ¿Tú no deseas sentirte amada, ____? ― Pregunta en un susurro casi inaudible, su voz es extremadamente suave. Repaso todos sus rasgos mientras pienso en sus palabras. Es cierto que su belleza no se compara a la del extraño, pero él tiene algo que le hace más especial.

― No. ― Contesto desviando la mirada de su rostro cuando abre los ojos. ― No creo que nadie fuera capaz de hacer eso. ― Susurro dándome la vuelta, dejando mi espalda en su campo de visión. Observo la pared que se encuentra frente a mí, con el dedo dibujo formas imaginarias en ella. ― ¿Quién amaría a una loca inestable, bipolar, paranoica y bicho raro como yo? ― Dejo la pregunta en el aire, sin esperar respuesta.

La cueva se llena de silencio, a diferencia de los demás este no se rompe. Es cierto que no esperaba una respuesta, pero igualmente un desagradable sentimiento se instala en mi pecho.

***

Os voy a dejar unas cuantas preguntas por aquí,  me haríais un gran favor si os tomáis el tiempo de responder y no pasar de mí. Me hieren cuando hacen eso :,(

¿Qué os parece este capítulo?

¿Qué opináis del transcurso de la historia?  

¿Y qué opináis de Jack y rayis? ¿La relación y el transcurso entre ellos que os parece?

Extra:

¿Queréis que hagamos un grupo de WhatsApp? 

Para que podamos hablar del peliblanco y la historia (cosas que no puedo hacer con nadie, ya que nadie de mis conocidos sabe que escribo aquí JAJAJA, me siento sola) o de cualquier cosa. Me gustaría conocer un poco más a mis lectoras bellas y agradecerles personalmente.


Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora