Capítulo 22:I

395 50 10
                                    

Abro los ojos al escuchar la puerta abrirse. Levanto el torso rápidamente, quedando sentada en la cama.

― Vaya energía. ― Su voz me da los buenos días. Sonríe cuando le miro somnolienta.

― Estoy nerviosa. ― Confieso, inmediatamente me arrepiento. No tengo por qué contarle nada sobre lo que siento.

― No te preocupes, no te comerán. ― Guiña el ojo. Se que intenta tranquilizarme, pero no sirve de nada.

― Claro. ― Susurro bajo su atenta mirada. Me muevo hasta llegar al borde, mis pies desnudos tocan el suelo. No recuerdo haberme quitado los zapatos.

― Bueno. ― Pronuncia con aparente incomodidad. ― Te dejaré para que te cambies.

― ¿No vamos a desayunar? ― La pregunta sale de mis labios sin darme cuenta.

― No, cenamos demasiado tarde. ― Me da una suave sonrisa, apenas perceptible. ― Podría sentarte mal.

― Vale. ― Asiento, quizás tenga razón. De todos modos, he pasado muchos días sin comer absolutamente nada, no creo que me pase nada por no desayunar.

Se despide y sale por la puerta. Me quedo en mi lugar por un rato, necesito centrar mi cabeza y quitar el sueño para poder pensar correctamente. Recuerdo las palabras de Cupido por la noche, tengo que llevar un vestido.

Me levanto, rezando internamente para que el vestido no sea demasiado escandaloso, entro al vestidor y busco entre las perchas, aunque no tardo en encontrarlo. Es un vestido largo, diría que llega hasta el suelo. Tiene un color blanco demasiado bonito para ser real, pequeños destellos van y vienen por toda la tela. Tiene escote, pero no demasiado pronunciado, los bordes y los tirantes son de encaje. También posee una abertura en la falda y gran parte de la espalda descubierta.

No voy a negar que me he enamorado del vestido, pero las dudas se acumulan en mi interior. ¿Me quedará bien? ¿Se ajustará a mi cuerpo? No es el típico vestido que llevaría una chica como yo, desquiciada y salvaje.

En el suelo, debajo de donde estaba colocada la prenda hay una caja. Devuelvo el vestido a su lugar y me agacho, abro la caja encontrando unos delicados zapatos de tacón que parecen hechos específicamente para ese vestido. Agradezco internamente por aprender a andar en tacones antes de que todo esto sucediera.

***

Llevo media hora sin parar de examinarme en el espejo. No estoy maquillada, nunca he sabido y tampoco es como que tuviera aquí maquillaje. No me convence mi aspecto, parezco un zombie vestido con ropa cara. Quizás no tan exagerado, pero es cierto que no me gusta como me veo. El vestido contrasta totalmente con mi rostro demacrado, he mejorado desde que llegué pero sigo sin verme sana, sigo pareciendo un cascarón sin vida. No sé hacerme ningún peinado elaborado, así que simplemente he cepillado mi cabello. El collar del peliblanco sigue en mi pecho, con esta vestimenta no puedo ocultarlo.

― ¿Se puede? ― Llaman a la puerta de la habitación con unos golpecitos. Grito que pase y me doy un último vistazo en el espejo, sigue sin convencerme.

― Hola. ― Salgo del baño con una pequeña sonrisa tímida. Cupido me examina al completo con el rostro serio, me mantengo quieta esperando las palabras que imagino que dirá.

― Estas impresionante. ― Dice en un suspiro asombrado, tomándome totalmente por sorpresa. No me gusta que mienta, obviamente no me veo impresionante.

― No mientas para hacerme sentir bien. ― Pongo los ojos en blanco. ― Me he visto en el espejo.

― Pareces una diosa. ―No sonríe, simplemente me observa fijamente. ― Una reina.

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora