Capítulo 27: III

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―¿Dónde estabas? ―pregunto cuando entra en mi habitación, después de dos horas desaparecido.

Deja el cayado apoyado contra un mueble y se revuelve el pelo antes de caer tumbado en la cama. Observo en silencio esperando una respuesta desde la puerta del balcón. Se queda quieto mirando el techo.

―Por ahí.

Su respuesta solamente me genera más desconfianza. He llegado a la conclusión de que iría a por el gato para congelarlo o algo así, pues se le veía cabreado. En caso de que sea verdad, tengo que buscar al gato para rescatarlo antes de que venga Cupido.

―Voy a ser directa ―me acerco hasta quedar a su lado, con las manos en mis caderas―. ¿Le has hecho algo al gato?

Bufa divertido y sus ojos se posan en los míos.

―No, pero ojalá.

Frunzo el ceño molesta por su tono. El pobre gato no se merece su odio.

―Pues dime, ¿dónde has estado? ―insisto, todavía no me transmite confianza.

―Por ahí, _____. No insistas.

Se levanta pasando por mi lado sin mirarme. Me giro indignada por su comportamiento, solamente quiero saber si el gato sigue vivo.

―¿Por qué no me quieres decir?

Sigo su paso cuando sale de la habitación, dejando el cayado dentro. Hay rasguños en la tela de la sudadera que cubre su espalda, más de los que hubiera imaginado.

―Estaba dando una vuelta.

―¿Sigues enfadado?

Consigo alcanzarlo colocándome a su lado, sin aminorar el paso. Me mira de reojo y suspira volviendo la vista al frente.

―Contigo no.

Decido no seguir hablando. Nos mantenemos en silencio el resto del camino hasta que me desvío hacía el salón, donde me dejo caer en el sofá. Después de un rato, me aburro de estar ahí sola y me levanto.

Pasa el tiempo mientras doy vueltas por la casa, encuentro un libro en nuestro idioma por lo que me lo quedo para leerlo. Voy directa a los sofás cuando un timbre se escucha por toda la casa. Detengo mis pasos y miro alrededor esperando encontrar al peliblanco, pero no hay rastro de él todavía.

Camino hasta la puerta de entrada, antes de llegar se abre sola y dos figuras entran con confianza. Frunzo el ceño dando varios pasos atrás desconfiada, me asomo por el marco sin ser vista.

Son Alex y Axel, por lo que respiro tranquila y salgo de mi escondite. Voy en su dirección para saludarlos cuando, de repente, un rayo blanquecino impacta contra ellos. Me quedo paralizada y muevo la mirada hasta encontrar al peliblanco apuntándoles con el cayado desde las escaleras.

―Fuera ―ordena bajando los escalones lentamente, sin perder a los dos espíritus de vista.

Vuelvo la mirada a ellos encontrándolos intactos, han tenido que detener el ataque de alguna manera.

―¿Qué modales son esos?

―Ya entiendo lo que Zed decía de él.

Hablan los dos a la vez, sus rostros se mantienen impasibles.

―He dicho que fuera, ahora ―lanza otro rayo haciendo que pegue un pequeño bote por el susto.

―Hoy estás agresivo, ¿eh? ―dice el de ojos rojos después de frenar el rayo con un simple movimiento de la mano.

Observo como el peliblanco intenta atacar de nuevo, pero es lanzado contra una pared en menos de un segundo. Su cuerpo cae al suelo y suelta un gruñido incorporándose, el cayado permanece a cierta distancia.

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora