Capítulo 5: II

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No intenté volver a dormir, últimamente siempre me pasa algo parecido y estoy cansada de ello. No quiero repetirlo dos veces en la misma noche.

―¿Por qué me suceden estás cosas a mí? ―hablo rompiendo el silencio de la habitación.

Me apoyo en el cristal de la ventana, se ha vuelto mi lugar favorito.

Debes poner de tu parte para que se acabe...

Cuando escucho la voz, por un instante, me imagino a la chica de mis sueños apoyada en el cristal conmigo.

―No te entiendo ―Cierro los ojos agotada.

Estoy cansada de estar aquí.

―Busca la forma de salir. Haz lo que sea necesario.

***

Me encuentro tumbada en la cama mirando el techo, unos pequeños destellos de diferentes colores lo decoran. No sé si es mi imaginación o es real.

La puerta se abre bruscamente, el señor barbudo y los monstruos entran sin ningún tipo de educación o respeto. Les observo de reojo, estoy aburrida y cansada de ellos.

―Levántate ―ordena y espera mi reacción, no muevo ni un músculo―. He dicho que te levantes ―sube el tono de manera amenazante.

Giro la cabeza para poder observarlo mejor. Su cuerpo permanece rígido esperando que me mueva.

―¿Y si no quiero?

Ante mi contestación veo como la furia aparece en su rostro.

―Llevadla ―Se da la vuelta y los monstruos se acercan a mí.

Me cargan como un saco y no pongo ningún tipo de resistencia. Me llevan por los pasillos con el barbudo al frente. En una esquina se detienen mientras él entra por una puerta, me muevo para ponerme cómoda en el hombro del bicho que me mantiene sujeta..

―Vamos ―Sale con una bolsa.

Siguen andando y bajan unas escaleras.

―¿A dónde me lleváis? ―pregunto, siento la vibración contra mi cuerpo cuando gruñe en respuesta.

Te van a hacer daño.

―Si queréis matarme no me importa ―Suspiro abatida.

La verdad me haría un favor, antes que estar aquí encerrada sin hacer nada.

―No te vamos a matar ―El señor abre una puerta doble, entramos y me encadenan en un poste de madera.

―¿Y tú eres Santa Claus? ―pregunto con sarcasmo.

Levanta la vista del interior de la bolsa y la fija en mí.

―Sí.

Frunzo el ceño e inclino la cabeza ligeramente. Él me mira desconfiado.

―Nunca había escuchado que Santa Claus sea así ―Sigue en silencio esperando a que continúe―. Ya sabes, siempre dicen que reparte regalos a los niños y todos le adoran. ¿Qué harían si supieran cómo eres realmente?

―Soy así ―Suelta varias carcajadas, como si esta situación fuera divertida―. Pero contigo no debo ser bueno, no lo mereces.

Él es el que no merece nada...

Hace una pausa mientras sigue mirando en la bolsa. Saca una especie de amuleto junto a un libro.

Las palabras de la voz retumban en mis oídos.

―Todo esto lo hago para proteger al mundo, sobre todo a los niños.

Abre el libro y empieza a mover las hojas buscando algo. No entiendo a qué se refiere, todos parecen saber de mí y lo que me pasa menos yo, es muy estresante.

―¿Protegerlos de mí? ―Asiente todavía concentrado―. No te entiendo, no hice nada malo.

―Jack me ha contado que te ha visto teniendo una pesadilla ―la última palabra la dice con ironía clara en su voz―. Eso es peligroso.

¿Por qué Jack le ha contado eso?

―Pesadillas tienen todos, es normal ―intento disminuir la importancia del asunto, él niega.

―No sabes nada ―murmura perdido en su lectura.

Comienza a dar vueltas alrededor lentamente, mueve los labios, pero no emite ningún sonido y el amuleto empieza a balancearse.

―¿Qué debería saber? ―pregunto levantando la voz pero me ignora, sigue moviendo los labios mientras lee el libro―. ¿Qué se supone que estás haciendo?

Empiezo a retorcerme y las cadenas me hacen daño. El amuleto emite un brillo verdoso a la vez que se forma una piedra en el centro.

Necesito salir de aquí.

El collar que llevo puesto empieza a brillar con una luz blanquecina y siento como quema mi piel. El señor se acerca paso a paso con el amuleto en alto, cada vez la luz es más fuerte. El ardor se mueve por todo mi cuerpo, se acumula sobre todo en mi pecho y cabeza al punto que es insoportable.

Escucho una voz de un hombre hablar en un idioma que no conozco, cada palabra duele en mis oídos y todo mi cuerpo vibra. Ya no soy consciente de las cadenas, solamente soy capaz de sentir dolor y como arden mis entrañas. Mi cuerpo permanece rígido y no soy capaz de moverme, pero a la vez siento cada uno de mis músculos vibrar. Mis ojos empiezan a palpitar, al menos se siente así, no estoy segura de lo que está pasando. No puedo pensar en nada coherente.

No sé cuánto tiempo más aguantaré, creo que estoy gritando, aunque no escucho mi voz.





Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora