Capítulo 15: I

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Me siento flotar mientras todo el dolor desaparece. No siento nada. La melodía crea suaves colores en la inmensa oscuridad, a veces parecen formar imágenes, pero nada lo suficientemente exacto como para diferenciarlo.

Confía... ― La voz. La voz suena con debilidad, con un susurro entrecortado que cada vez se hace más pequeño. ― En él...

¿En quién? ¿Por qué desapareciste?

No hay... ― Silencio. ― Tiempo...

¿Vas a volver? ¿No eres producto de mi imaginación y locura? Explícame, por favor. No entiendo nada, no sé quién soy, me siento pérdida.

Somos fuertes... Aguanta...

Grito en mitad de la oscuridad, queriendo llamar de nuevo su atención. Se ha vuelto a ir, el característico vacío que he sentido en este tiempo vuelve, golpeándome como un balde de agua helada.

Los colores y la melodía han desaparecido, pero sigo en mitad de la nada.

***

Lo primero que siento es frío por todo mi cuerpo. Lo siguiente es una superficie dura, pero a la vez suave y cómoda. Me aferro con más fuerza, me muevo acomodándome y rozo mi mejilla contra algo suave.

Mis párpados parece que están pegados, a pesar de que quiero abrir los ojos no soy capaz.

― ____ ― La voz del peliblanco me llama. ― ¿Estás despierta?

Niego con la cabeza ligeramente. Escucho una suave risa y mi cabeza tiembla. Extrañada levanto un poco la cabeza, para después volver a ponerme cómoda. Dejo que mi cuerpo repose en paz, todos mis músculos relajados.

― Casi me da un infarto por tu culpa. ― Su voz se tiñe de preocupación, pero intenta disimularlo con un falso tono divertido. Gruño suavemente en respuesta, para que sepa que le estoy prestando atención. ― ¿Quieres seguir durmiendo?

Niego ligeramente en respuesta. Hago el amago de levantar el torso, pero un brazo me rodea apegándome a la superficie.

― No vayas tan rápido. ― Susurra muy cerca de mis oídos. Entonces, mi cerebro comienza a razonar. Estoy acurrucada sobre el peliblanco.

Con mucho esfuerzo consigo separar los párpados. Mi visión es totalmente borrosa, apenas soy capaz de diferenciar nada, solo borrones de diferentes colores.

― Está débil todavía. ― Una voz masculina desconocida llega hasta mis oídos. Intento enfocar la vista en su dirección, pero solo soy capaz de ver una silueta.

― Deberías seguir durmiendo. ― Me aconseja el peliblanco. Pasa la palma de su mano por mi cara con delicadeza, provocando que cierre los ojos.

Protesto e intento alejarme, consiguiendo que me pegue más a su cuerpo. Me muevo luchando contra sus dos brazos que me aprisionan.

― Podemos hablar después. ― Comienza a darme pequeñas caricias para relajarme. Siento como me cubren con una manta y, a continuación, dejan una caricia en mi cuero cabelludo. Mi cuerpo se tensa al no sentir el característico frío en ella.

― Voy a buscar comida, así se recuperará más pronto. ― Habla el desconocido. Al escuchar la palabra comida, siento por primera vez mi estómago vacío en todo este tiempo.

Escucho sus pasos alejarse. Mi cuerpo poco a poco vuelve a relajarse. Me dejo llevar por las caricias del peliblanco y por el frío que me rodea, que me reconfortan y me hacen sentir protegida y cómoda, junto a más cosas que no soy capaz de descifrar.

***

Picotean mi mejilla, mandándome pequeños escalofríos por todo el rostro. Muevo la cabeza para librarme de ello.

― Despierta. ― Susurra y gruño en respuesta. Su pecho se infla y, a continuación, se desinfla dejando escapar un suspiro de cansancio, a la vez que mi cabeza sigue el movimiento al estar apoyada ahí. ― Tienes que comer. Despierta.

Me acomodo de lado y dejo las manos descansando junto a mi cabeza. ― Antes querías que durmiera. ― Hago una pausa mientras bostezo. ― Y eso estoy haciendo.

― ____. ― Pronuncia mi nombre con lentitud, casi con dureza.

― Peliblanco. ― Contesto en tono somnoliento. Acaricio mi mejilla contra la tela de su sudadera, a la vez que dejo escapar un ligero ronroneo.

― Levanta o te voy a levantar yo. ― Advierte sin ninguna pizca de diversión en su voz.

― No eres tan fuerte. ― Me burlo y pincho sus costillas con mis dedos, inmediatamente da un respingo. ― Se te notan las costillas, estás muy delgado. No podrías levantar a una foca como yo.

― ¿Vas a dejar de decir gilipolleces? ― Escupe molesto, aparentemente más de lo que me esperaba. ― No estoy delgado, ni tú eres una foca.

― Lo que digas.

Espero unos segundos a que vuelva a decir algo, pero al no escuchar nada doy por finalizada la conversación. Me preparo para volver a dormir.

Cuando estoy casi en los brazos de Morfeo, el cuerpo del peliblanco empieza a moverse bruscamente y, antes de darme cuenta, mi cabeza golpea contra el suelo.

― ¡Idiota! ― Lloriqueo tapando el golpe para intentar aliviar el dolor.

― Eso pasa cuando se dicen mentiras.

Abro los ojos. El peliblanco, mejor dicho su silueta, se encuentra de cuclillas a un paso de mí. Suelto un quejido mientras me siento, estiro la espalda y los brazos. Siento su mirada clavada en mi cuerpo.

― ¿Qué quieres? ― Pregunto molesta por interrumpir mi sueño.

Hacía mucho tiempo que no tenía un sueño normal. Básicamente consistía en un día de clase, un día en casa con la familia, un día con los amigos que no tenía... Ese tipo de sueño.

Hace un ruido con sus dedos llamando mi atención. Muevo mi vista hasta su rostro, nuestras miradas se unen. ― Come.

Sin entender desvío la mirada confundida, encontrando un recipiente de madera con frutas junto a mis piernas. Arrugo el rostro al no visualizar ninguna fruta de mi agrado.

― No tengo hambre. ― Murmuro alejando el recipiente. Él lo acerca más a mi posición.

Frunce el ceño y me observa con seriedad. ― Tienes que comer. ― Ordena y niego con la cabeza, provocando que apriete la mandíbula con molestia.

― No me gusta. ― Protesto señalando la fruta. ― ¿Ves esas manchas? ― Desvía sus ojos azules, la observa y asiente. ― Eso significa que está mal. No puedo comer fruta que no esté perfecta.

― Quita esas partes. ― Responde con obviedad y ruedo los ojos. Levanto las manos señalando la cueva a nuestro alrededor.

― ¿Dónde hay un cuchillo?

Abre la boca para responderme, pero vuelve a cerrarla al escuchar pasos aproximarse. Mi cuerpo se tensa cuando por mi mente pasa la imagen de algún secuestrador, pero al ver la calma del peliblanco espero en silencio.

Entonces, antes de adentrarse a la cueva, observo su figura bajo el sol. Su forma de caminar con calma y chulería llama mi atención, no parece alguien peligroso. Sin embargo, una sensación extraña me invade, que provoca que me mantenga alerta mientras entra en la cueva y camina hasta nosotros con una sonrisa radiante en su rostro.

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Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora