Capítulo 21: III

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― Ya estoy. ― Llamo su atención, se da la vuelta y sonríe.

― Vamos a calentar primero. ― Hace una señal con la mano para que le siga. ― A correr.

Pongo los ojos en blanco, pero le hago caso. Empezamos a trotar dando vueltas por la sala, mientras observo las diferentes secciones. Hay varias zonas del suelo que están cubiertas con colchonetas, las rodeamos sin pisarlas.

― Más rápido. ― Acelera el ritmo dejándome atrás. Hago un esfuerzo para ponerme a su altura.

En menos de treinta segundos me he quedado atrás, Cupido ha seguido acelerando y no soy capaz de soportar su ritmo. Me grita para que acelere, pero simplemente mis piernas no pueden correr más rápido.

― No puedo. ― Jadeo. Lo estoy intentando de verdad, pero mi cuerpo no tiene tanta resistencia.

La sensación de flato no tarda en aparecer, aún así sigo corriendo.

― ¡No seas tan patética!

― Cállate. ― Gruño en un jadeo extraño. El flato me está quitando la poca fuerza que tenía para correr.

He dado 3 vueltas a la sala completa y mi cuerpo pide que me detenga. Cupido se cruza para llegar a mi lado.

― Pensé que tendrías más resistencia. ― Comenta sin esfuerzo, parece que correr a tal velocidad no le afecta. ― Pasaremos a la siguiente parte.

Me detengo con alivio, llevo la mano a mi costado donde el flato hace que me doble. Inmediatamente, Cupido agarra mi brazo haciendo que me enderece y tira de mí.

― No dije que puedes parar. ― Regaña aún sin soltarme. Le sigo el paso a duras penas. ― Ahora seguiremos corriendo, pero practicaremos los reflejos.

No entiendo a qué se refiere. Se desvía hasta acercarse a unas estanterías y armarios en la pared. Cuando llegamos me suelta y acelera sin decir nada. Libre de su agarre aprovecho para descansar.

― ¡Cuidado! ― Grita sobresaltándome, instintivamente me agacho y cubro mi cabeza. ― Corre y esquiva.

― ¿Qué? ― En cuanto sale de mis labios veo un objetivo negro acercarse a gran velocidad. Reacciono a tiempo, aunque ha rozado mi pelo. ― ¿Qué está pasando?

Corro en su dirección, los objetos voladores solo vienen a por mí. Esquivo uno tras otro, siento mis pulmones arder en cansancio. Más objetos aparecen, al principio era de uno en uno, pero cada vez vienen más juntos y de todos lados. Llega un punto en que no soy capaz de esquivarlos, me golpean en todo el cuerpo y termino por correr cubriéndome la cabeza con los brazos.

― ¡Para! ― Grito al sentir mi cuerpo adolorido, los golpes me hacen demasiado daño.

Me detengo y me agacho, me encojo intentando protegerme. Siguen golpeándose contra mí, no puedo esquivarlos, aunque lo intente.

― Suficiente. ― Todo se detiene ante su voz. Levanto la mirada, se acerca a paso lento.

No parece un entrenamiento, más bien parece que está aprovechando para maltratarme. Los objetos del suelo flotan volviendo a su lugar. Cuando llega a mi lado me ofrece su mano, la rechazo levantándome por mi cuenta.

― Lo orgullosa y cabezota no se te quita. ― Comenta con un tono divertido. Me cruzo de brazos y no respondo. ― Continuemos.

Camina hasta una de las zonas llena de colchonetas, le sigo a paso lento. Mi cuerpo sigue adolorido y resentido.

― ¿Ahora qué? ― Pregunto cuando se queda observándome. Levanta ligeramente una comisura.

― No estás en condiciones de entrenar de verdad. ― Hace una pausa. ― Los primeros días intentaremos que consigas resistencia y fuerza, aunque no tenemos mucho tiempo.

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora