Capítulo 11: II

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Mi culo. Mi trasero. Mis nalgas. Mi retaguardia.

Suelto un quejido cuando impacta contra el hielo. Me quedo unos segundos quieta, asimilando el dolor que sube por mi espalda baja.

-¿De verdad no recordabas que no podía ayudarte?- Pregunta Jack entre carcajadas, le parece muy divertido que me haya engañado.- Cada día me sorprendes más, _____.

Gruño intentando levantarme, apoyo las manos en el hielo y, como buenamente puedo, coloco las piernas ignorando el hormigueo de mi trasero.

Vuelvo a caerme pero de cara, acabo tumbada en el hielo.

-Te dije que no era buena idea.- Le reprendo sin siquiera mirarle a la cara. Sus pies se deslizan alrededor de mi cabeza con elegancia, incluso salta por encima de mi cuerpo, aún que tampoco me preocupa, no puede pisarme.

-Eres una aburrida.- Dice simplemente, como si con eso solucionará el hecho de que acabé tirada por su culpa.

Me levanto sobre mis rodillas, creo que es lo máximo que puedo hacer. Comienzo a gatear de vuelta a la orilla, definitivamente no sirvo para esto.

Jack llama mi atención como si fuera un perro, niega con la cabeza y chasquea la lengua en decepción.

-Demasiado aburrida.- Repite y deseo que se meta sus palabras por el culo, lo que me recuerda que el mío está dolorido por su culpa.

-Me engañaste, dijiste que no me caería.- Le acuso desde mi posición en cuatro patas, me siento ridícula.- Ahora déjame en paz.

-¿Te hiciste daño?- Pregunta inocentemente, le lanzo una mirada de odio mientras retomo mi camino.

-No, simplemente mi culo ama ser besado por el hielo.- Escupo con ironía, su risa vuelve y me hierve la sangre.

-Y yo soy tu "hielo personal", por lo tanto debo besarlo.- Afirma inclinándose hacia mi trasero, suelto un pequeño grito entre protesta y sorpresa, me doy la vuelta abruptamente para alejarlo de su cara. Se que no puede tocarme pero, joder, es extremadamente incómodo y extraño.

Le observo boquiabierta, no esperaba ese atrevimiento de su parte. Sonríe de lado y su mirada se vuelve más intensa.- Algún día pedirás que lo haga.

-Eres tan...-Me interrumpe antes de que pueda insultarlo.

-Perfecto, lo sé.- Levanta el mentón con arrogancia, ruedo los ojos con fastidio.

-No sé como a veces puedes ser tan idiota.- Sonríe ante mi insulto, lo que llega incluso a parecerme adorable.

Aproxima su cara a la mía y me guiña uno de sus ojos azules.- Todavía no me conoces, preciosa.

-No me llames preciosa, es muy típico.- Reprocho alejándome disimuladamente pero él me sigue de cerca.- Pensé que tendrías cumplidos mejores.

-¿Me estás retando?- Sus ojos se llenan de pequeñas chispas de picardía, le enseño una diminuta sonrisa incómoda.

-No.- Respondo secamente. Se encoge de hombros y, al fin, comienza a deslizarse por el lago.

Llego a tierra firme y me desplomo en ella. No lo admitiría en voz alta, pero he estado todo el tiempo pendiente de que el hielo bajo los pies de Jack no se rompiera, atenta a cualquier indicio que pudiera avisarme. Incluso ahora, levanto la cabeza y dirijo la mirada al peliblanco que se mueve sin esfuerzo y con elegancia, parece tan perfecto...

Su pelo resplandece con los rayos del sol y su piel no se queda atrás, el azul de sus ojos es increíble a plena luz del día y su sonrisa, cuando me atrapa mirándole embobada, provoca que el calor se acumule en mis mejillas. Mierda, me ha pillado observandole cual acosadora.

Desvío la mirada y disimulo sacudiendo mi ropa, arrugo la nariz al pensar cuánto será el tiempo que llevo con lo mismo puesto, empiezo a sentirme sucia y echo de menos cualquier prenda de vestir, incluso un vestido floreado. Bueno, en verdad no, todo menos aquella aberración.

-¿Podemos robar algo de ropa?- Pregunto al instante, no soporto sentirme sucia. Jack de detiene y me observa pensativo.

-Puedo dejarte mi sudadera.- Responde con obviedad, niego con la cabeza y le señalo.

-No puedes ir con el pecho al aire todo el día.

-El frío es parte de mí, ____. No te preocupes por eso.- Le resta importancia encogiéndose de hombros, se desliza suavemente hasta la orilla.

-No me preocupa.- Cruzo los brazos una vez que empieza a caminar hacia mí.

-Entonces puedes usar mi sudadera siempre que quieras.- Ofrece agarrandola del borde y tirando de ella.

-La acabaré ensuciando.- Argumento y me quedo pensando. ¿Cuándo habrá sido la última vez que se cambió de ropa?

-No debería ser eso importante ahora.

-Me siento sucia.- Me quejo como una niña pequeña, extiendo los brazos enseñando mi ropa.- ¿No lo ves?

-La verdad que no, da una vuelta.- Hace una seña con la mano girando para que lo imite, instintivamente lo hago y doy una vuelta sobre mí.- Creo que tienes razón, deberías bañarte.

Levanto las manos con exasperación.- ¿Y dónde pretendes que lo haga?

-Puedes ducharte en la cascada, es lo más parecido.- Señala el agua cayendo y sonríe de lado.- No creo que nadie te vea.

Le observo con desconfianza, inclina la cabeza de forma inocente y se apoya en su cayado relajadamente.

-Si no te fías de mí, me iré.

Ante mi silencio asiente, suspira y empieza a caminar despreocupadamente.

-¿A dónde vas?- Pregunto corriendo a su lado, no se detiene.

-Ire al Taller de Norte, así te dejaré un poco de privacidad.- Su tono es neutral, casi despreocupado, pero cuando nombra el Taller le contemplo con suspicacia.

-¿Le dirás sobre mí?- Al instante niega aparentemente ofendido, se detiene y hago lo mismo a su lado. Nos hemos adentrado entre los árboles aún que seguimos cerca del lado.

-No, tranquila, será nuestro secreto pero debes confiar en mí.- Sus ojos se clavan en los míos con intensidad, demostrando así que lo dice totalmente en serio. Asiento ligeramente y eso le es suficiente, extiende la mano e intenta darme una caricia en la mejilla provocando solo una brisa helada.- Nos vemos luego.

A continuación, da unos pasos atrás y sale volando entre las ramas. Suspiro saliendo de la parálisis que había provocado en mí, nunca me espero ninguno de sus atrevidos movimientos y, debo decir, que tampoco estoy acostumbrada a ellos.

Recuerdo el collar e instintivamente llevo la mano a él, acaricio el suave hielo con la yema de los dedos. Todo es tan extraño.

Decido aprovechar el momento y vuelvo al lago, el hielo a comenzado a desaparecer supongo que por obra del peliblanco. Camino hasta estar a un lado de la cascada y me quito la ropa, no sin antes examinar los alrededores, lo último que quiero es que aparezca Jack de repente y me encuentre desnuda. Dejo la ropa sobre una roca y me aproximo al agua, es verdad que no cae con demasiada fuerza pero de igual modo tengo miedo por resbalar, por lo que creo que es más prudente ir mojandome poco a poco.

A pesar de estar sola y de que nadie me está observando, me siento sumamente incómoda.

Esto No Es Normal | Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora