Capítulo 8: Mi peor día

905 51 4
                                    

Entramos al consultorio de la ginecóloga y me senté en una silla disponible a esperar por mi madre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Entramos al consultorio de la ginecóloga y me senté en una silla disponible a esperar por mi madre. Ella se encargaba de llenar mi documentación y yo solo revisaba el celular contastemente. Ezequiel no me había contestado anoche y no entiendo qué hice mal. De inmediato dirijo mi vista al frente y observo a mi madre sentarse al lado mío.

-Vamos a desayunar, porque hay diez personas antes de ti. –Hablo mi madre y le asentí.

Caminamos hacia la cafetería del consultorio e hicimos la fila para ordenar el desayuno. Yo ordeno un revoltillo, tostada, salchicha y café con leche. Luego de pagar, fuimos a sentarnos a una mesa vacía y aprovecho este espacio sola con ella, para conversar como lo hacíamos antes. Desde mi escapada al bar, ella ha estado distante conmigo y me siento culpable por esa razón. También llamó a mi padre, pero él solo me regañó y me hizo prometer que nunca más lo haría. Quizás, me sorprendió que no hiciera un escándalo como mi madre.

-Madre, ¿todavía sigues molesta conmigo? –le pregunte observándola a los ojos y esta negó.

-Vale, eres mi hija y nunca me molestaría contigo. Solo estoy asimilando que ya no eres una niña y que ya estas cometiendo errores de adultos. Solo es que  no quiero hablar de ese tema aquí y quizás, más tarde en la casa lo hablaremos. –dijo mi madre regalándome una sonrisa y yo le asentí.




Después de dos horas

Habían pasado dos horas, desde que llevamos esperando mi turno con la ginecóloga y me dedico a observar a todas mujeres que se encontraban en este consultorio. De repente observo como la enfermera abre la puerta y grita mi nombre.

-Valentina Gómez. –dijo la enfermera.

-Aquí. –dije levantando mi mano.

De repente me levanto y mi madre hace lo mismo. Caminamos detrás de la enfermera hasta el consultorio y entramos después de que ella lo hiciera. Al cabo de unos segundos, tomamos asiento en la silla y la enfermera se retiró dejándonos a solas con la doctora.

-¡Buenos Días, Alexandra!- Habló la ginecóloga saludando a mi madre.

-¡Buenos Días, Dra. Rodríguez! –le contestó mi madre.

-¡Hola, Valentina! ¿Cómo te sientes? –me preguntó la ginecóloga y la observó.

-¡Muy bien! –le respondí.

-Comenzaremos por revisar los laboratorios de sangre que te realizamos. –dijo mirando la pantalla en el computador. –Según, los resultados no tienes ninguna enfermedad de transmisión sexual. Lo...-Hablo la doctora y mi madre la interrumpió. Hasta yo me alegré escuchando esto, porque en realidad no recuerdo si me protegí y esto me tranquilizaba mucho.

Dos Pequeños DeslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora