Capítulo 46: Estás advertido, Isaías

273 24 15
                                    

Ezequiel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ezequiel

—¿Papá, ese que está caminando apresurado hacia nosotros no es el tío Julio? —preguntó mi hija y me giró de espaldas para ver en su dirección. Puta madre, se me olvido avisarle a Julio y él anda tan distraído en una llamada telefónica que ni siquiera se ha dado cuenta de nuestra presencia aquí afuera. —Esperemos para saludarle y preguntarle qué hace aquí.

—Seguramente uno de sus clientes lo llamó y por eso está aquí, princesa. —le contesto como excusa. Julio no tarda en llegar hacia nosotros dado a que Isabel gritó su nombre y como Isa era la primera persona que estaba en su camino se fue a saludarla.

—Ha sido un placer verte, Isa. Estás hermosa como siempre. —la halaga Julio y camina hacia mi hija para dejarle un enorme abrazo.

—¡Gracias, Julio! Y para mí también es un placer verte y una gran sorpresa en encontrarnos aquí. —responde Isa regalándole una sonrisa, pero Julio la ignora.

—Mi calabacita, cada día que pasa te veo más grande y más preciosa. Aún no te perdono que no le hayas pedido permiso al tío Julio para salir con ese niño. —Isabel se sonroja, pero no se despega de su abrazo. —Noah me parece que se llama, ¿cierto?

—Es un buen chico. —le aseguró mi hija apartándose y extiendo mi mano para saludar a mi amigo. Él me devuelve el apretón de mano y me dio una mirada que entendí de inmediato. Rápidamente le niego con mi rostro disimuladamente y luego él vuelve a girarse hacia Isabel.

—Claro que lo es, porque si no tu papá ya me hubiese dicho que le formulara un caso para alejarlo de ti. —bromea Julio provocando que una sonrisa se le escape a Isabel y hasta a mí. Provocando con esto que poco a poco toda presión que sentía por la situación se fuera esfumando junto al viento.

—Eso es así, princesa. —secundando lo dicho por Julio y le tiró el brazo a mi niña para abrazarla por la cintura. Todos sonreímos al mismo tiempo, menos Isa. Ella se quedó callada mirándonos interactuar y no le había dicho más que aquella frase a Julio.

—Por cierto, familia. ¿Qué están haciendo ustedes aquí? —preguntó Julio fingiendo no conocer nada del asunto y por primera vez me había quedado en blanco. Sin saber que carajos contestarle, pero Isa logra decir algo por mi hija y hasta por mí.

—Que tu sobrina quería conocer en dónde quedaba la comandancia y pues ya sabes cómo es Isaías de alcahuete con nuestra hija. —rompió el silencio Isa uniéndose hacia nosotros. —¿Y no sabía que hasta los Domingos tú trabajabas, Julio?

—Ya sabes cómo es esta profesión, Isa. Aquí no hay días de descanso y se trabaja 24/7; pero los dejó irse en paz. Porque mi cliente debe estar desesperado allá dentro, pensando en que su abogado lo ha dejado arrollado y ya saben que el deber me llama. —declaró Julio saludando de despedida a cada uno de nosotros.

—Te entendemos, amigo. —le respondo y él me asiente para girarse hacia la entrada de la comandancia. —Vamos subamos al auto. —les artículo abriéndole la puerta a mi hija e invitándole a subirse.

Dos Pequeños DeslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora