Capítulo 59: Una pizca de esperanza

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Ezequiel

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Ezequiel

Mientras iba en el auto de camino a casa tuve que llamar a mi hija para que fuera a abrirme la puerta de casa y me dijo también que esperaría mi llegada. Claro que me alegre porque necesito verla y saber cómo se encuentra con todo lo que está sucediendo. No sé negó como lo esperaba, pero no se escuchaba feliz.

Porque esta claro que ninguno de nosotros está feliz y yo soy el que peor está.

Quiero hablar con Isabel, porque necesito arreglar mi situación con ella antes de entrar a prisión y a su vez pedirle que deje en paz a Valentina. Aunque esto último, no tengo la puta idea de cómo lo lograré; pero al menos debía intentarlo. También necesito recordarle que ella seguirá siendo importante para mí y que no dejaré nunca de preocuparme por ella. Tampoco de amarla y mucho menos dejaré de ser su papá, aunque tenga más hijos con otra persona.

Ahora solo me restará esperar que el Padre me brinde la sabiduría que necesito para hablarle sin que mis palabras la sigan lastimando y me brinde a mí, la tolerancia para aguantar sus malacrianzas y todo lo que tiene para decirme.

Tan pronto Julio estaciono el auto, me bajé y salí corriendo hacia la puerta de mi casa para evitar a que los periodistas me interceptarán con sus irreverentes preguntas que no pienso responderles. No entendía cómo han sido capaces de seguirnos desde la comandancia hasta mi casa y gruño cuando una cámara de video se enfoca hacia mí.

¡Puta madre!

¿Acaso no piensan dejarme en paz?

Al llegar a la puerta giró la cerradura con la esperanza de que Isabel la hubiese dejado sin seguro y suspiro aliviado cuando me percaté de que había sido así. Entró y dejó la puerta abierta para que Julio entrará. Él sigue su camino hasta el sótano de la casa y entiendo que debe ser para darnos privacidad.

Respiro profundamente para comenzar a caminar hacia el sillón en donde se encontraba Isabel mirando la pantalla de su celular y me siento justo a su lado. Sin decirle ni una sola palabra tiró mi brazo por su espalda, pero ella de inmediato rehusó mi tacto y se levantó para tomar asiento en el otro sillón.

No pude evitar gruñir por su acción y decido desistir de tocarla.

—Ezequiel, solo tengo una pregunta más para ti. —Suelta mirándome seriamente y respiro profundamente. Porque ya veo que ella no estaba en el mejor plan para hablar, pero intentaré mantenerme en calma.

—Princesa, te pedí que te quedarás porque de verdad necesito hablar contigo; pero sin malacrianzas y sin que nos alteremos demás. Porque lo que verdaderamente necesito es que tengamos una conversación como dos personas civilizadas... —me interrumpe negándome con su rostro y soltando una sonrisa cínica.

—Ezequiel, pues te recuerdo que tus comportamientos últimamente no han sido para nada racionales. —me recalca y suspiro tratando de mantener el enojo a raya.

Dos Pequeños DeslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora