Capítulo 53: Isabel me ha hecho enojar

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A la mañana siguiente

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A la mañana siguiente

Abro los ojos de golpe por la alarma tan ruidosa que pusimos anoche antes de acostarnos a dormir y que nos indicaba que era hora de levantarnos de esta cama. No les voy a mentir al decir que estoy extremadamente agotada y la verdad es que quisiera seguir durmiendo hasta el mediodía. Sin embargo, no puedo. Porque nuestro primer vuelo sale a las ocho de la mañana y es que esperábamos estar en Jackson antes de las cuatro de la tarde.

Apago la alarma, pero no miro el celular. Maldita sea, tengo miedo de descubrir si tengo llamadas perdidas de mi mamá y es que eso significaría que se dio cuenta de mi escapada. Ezequiel también había abierto los ojos maldiciendo y yo sonrío corriéndome en la cama para abrazarlo.

—¡Vamos arriba, muñequita! —me pide y yo le niego con mi rostro. —Amor mío, sabes que no podemos darnos el lujo de perder el primer vuelo. —lo escucho decir y me alzo para darle un beso corto.

—Amor, ¿por qué mejor no nos quedamos aquí? —le pregunto abrazándome cada vez más a su cuerpo.

La verdad es que no quisiera ir a casa y prefería quedarme en este lugar en el cual he sido muy feliz con él. En donde reina la paz y en donde podemos amarnos libremente.

Mierda, presiento que al regresar todo será un maldito caos y es que en cuanto le diga a mi mamá que estoy saliendo con un hombre mayor. No se lo que pasará después de que se lo confiese y ese hecho me preocupa bastante. No solo eso, también la reacción de Isabel y de todos en general.

Porque creo que cuando todo salga a la luz es cuando verdaderamente comenzará los días malos en mi vida y la verdad es que sigo sin estar lista para enfrentarme al mundo. Sin embargo, a la misma vez si quiero poder salir con Ezequiel sin importarme nada y ahora solo espero que él no me falle.

—Muñequita, aunque yo quisiera lo mismo que tú, no podemos y lo sabes muy bien. —Hago una mueca y él sonríe. Justo cuando iba a acercarse a mi boca su celular sonó y él se giró para tomarlo de la mesita de noche. —Amor mío, es Isabel y te pido de favor que no hables. —le asiento del inmediato sin hablarle desde ya y lo veo descolgar la llamada.

—¿Dime, princesa? —No digo nada, pero le prestó atención a toda su conversación. —No estoy en casa y no creo que regrese hasta la tarde. ¿Por qué? ¿Necesitabas algo de mí? —Ezequiel bufa como si la respuesta de Isabel le hubiese molestado y yo me alzo para mirarle a los ojos con mi corazón latiendo a mil por hora. —Tienes razón, princesa. Ayer no dormí en la casa y es que he pasado la noche en un hotel. —Él se levantó de la cama aprovechando que me había quitado de encima de él, sin dirigirme la mirada y caminó hacia el baño. —Claro que estoy solo, princesa. ¿Cuántas veces le diré a tu madre y a ti, que no estoy saliendo con nadie?

Doy un brinco en la cama cuando escuché el estruendoso ruido que hizo la puerta del baño al haber sido azotada por Ezequiel y después de ahí no pude escuchar nada más de su conversación con mi amiga Isabel.

Dos Pequeños DeslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora