Cisne de papel

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Kyle 

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Kyle 


Así como el lunes anterior, Kyle había prometido juntarse con Dylan para darle sus tutorías de cálculo; solo que esa vez, en lugar de ir a su casa, fueron a la biblioteca. Kyle lo agradeció bastante, aunque en silencio. No se veía entablando conversación con los padres del chico una vez más. 

Dylan ya iba agarrando ritmo a su tarea de cálculo, a pesar de que aún le faltaba mucho por entender. El de ojos verdes incluso se impresionó de sí mismo, de que hubiese sido capaz de enseñarle a un chico tan perdido como lo era su amigo. 

Porque ahora podía decirle «amigo», por más raro que sonara aquello.

Mientras que Dylan intentaba resolver uno de sus problemas, Kyle se dedicó a recorrer la biblioteca con la mirada. Era espaciosa y tenía grandes ventanales que le daban un aire más vivo. En el área que estaban, no había un silencio extremo, ya que parecía ser designada a estudio en grupo, pero sabía que, si alzaba mucho la voz, todos podrían escucharlo. 

Justo cuando recorría el lugar con la mirada, sus ojos se toparon con otros demasiado familiares para su gusto. 

Murphy justo caminaba hacia una de las mesas con sus dos compañeros de siempre. Los otros dos chicos no se percataron de su presencia, pero Murphy no parecía tener intenciones de apartar la mirada hasta poder transmitirle todo su resentimiento a Kyle. Los tres iban con la chaqueta del equipo. 

—¿Murphy ya no te causa problemas? —preguntó Kyle a Dylan, en voz leve, rompiendo por fin el contacto visual. 

—Increíblemente no —Dylan, quien se había quedado recostado sobre la mesa, usando su brazo como almohada sin que Kyle lo notara, levantó la mirada hacia su amigo. El de ojos verdes señaló con la cabeza a la mesa en donde se había sentado el trío dinámico—. Pero algo me dice que solo está esperando el omento adecuado para destruirnos a ambos. 

—He lidiado con peores matones que Murphy —dijo, desviando la mirada del capitán del equipo de manera definitiva. No había por qué ponerle tanta importancia—. Y no me refiero solo a Tadeo y sus chicos. 

Kyle supo que había hecho mal en comenzar una conversación cuando el castaño se pegó al respaldo de su silla. Había perdido toda la concentración en su tarea de cálculo y, si algo había aprendido Kyle de las dos sesiones que llevaban, era que, hacer que Dylan se volviera a concentrar, era trabajo de maquinaria pesada. 

—No me digas. ¿Eran malos contigo en la escuela? —preguntó Dylan, con un falso tono de tristeza. 

Kyle rodó los ojos. Prefería no responder aquello. 

Se volvió una vez más al chico y solo cuando lo vio con atención, se dio cuenta de que Dylan tenía una ceja tan despeinada que era cómico. 

—Carter, tienes... —Kyle se señaló a sí mismo el rostro, intentando no partirse de la risa. 

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