Palabras que suenan bien

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Dylan 

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Dylan 


El castaño había pasado la más maravillosa y excitante noche de su vida. Creyó que no podía ser más feliz, hasta que empezó a sentir unos suaves y cálidos labios repartiendo delicados besos por todo su rostro, unos brazos comenzaban a rodearlo por completo, logrando que se despertara totalmente, encontrándose con unos ojos verdes que podían quitarle el aliento hasta al más muerto de entre todos los seres de la existencia.

—Buenos días —le dijo Kyle con voz suave, viéndolo desde arriba.

—Y vaya que son buenos —respondió con el mismo tono, temiendo romper aquella burbuja de fantasía que se había instalado a su alrededor.

Kyle sonrió y le dio un beso en los labios.

—No me odies, pero creo que tengo que arruinar este momento —le dijo pegando su frente con la del chico—. Tengo que ir a trabajar.

A Dylan ni le dio tiempo de protestar, sino que su novio saltó de la cama inmediatamente. Consciente de que, si se tomaba su tiempo, Dylan lograría aprisionarlo y no podría ir a ningún lado. 

—¿En serio no puedes quedarte? —preguntó el castaño mientras se sentaba en la cama con un poco de dificultad, al tiempo que Kyle buscaba por toda la habitación su ropa.

—Si vuelvo a faltar al trabajo, Bobby va a matarme.

—Puedes decir que estás enfermo, él lo entenderá ¿no?

Kyle soltó una leve risa.

—En serio, Carter, luego de todas las cosas que me han pasado y cómo he llegado al trabajo, podría estar muriendo de fiebre y aun así Bobby ya no se creería esa excusa —se encogió de hombros—. Además, Bobby no es el único que me mataría si no regreso. Fender debe estar furioso porque no regresé anoche.

Dylan rio por lo bajo y Kyle se inclinó para darle otro beso. Sin embargo, eso no le quitaba la decepción de tener que dejarlo ir.

—Podemos vernos luego, si aún no te has aburrido de mí —sugirió el de ojos verdes aún muy cerca de su rostro.

—Pff... como si eso fuera posible —Dylan sonrió y el de ojos verdes se alejó. 

—¿Puedo ducharme aquí? —preguntó una vez tuvo toda su ropa en la mano.

—Por supuesto —Dylan se fijó en la ropa que llevaba su novio. Sintió sus mejillas sonrojarse cuando recordó por qué no llevaba su camisa—. Tengo un par de tus camisetas que has dejado aquí, están en el armario.

Una vez Kyle entró en el cuarto de baño, Dylan volvió a recostarse sobre la cama, sonriendo como tonto y disfrutando del aroma del chico impregnado en las sábanas. Eso hasta que escuchó la puerta del baño abrirse y vio al chico asomarse por el umbral. 

The CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora