Un desamor

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Dylan 

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Dylan 


Kyle le había pedido una vez más que se marchara y, esa vez, ni siquiera esperó en escuchar una respuesta. Le soltó el rostro y se encerró en casa sin volverse a verlo, aunque sea una vez más. Dylan no había podido quitarse esa escena de la cabeza. Pasó toda la noche del jueves y todo el día del viernes repitiendo la charla con el de ojos verdes una y otra vez en su mente. Se sentía como quien reproduce sin parar una grabación, intentando encontrar algo que sabía que estaba ahí, pero no lograba verlo y no pensaba en despegarse de la pantalla hasta dar con aquello que buscaba. Un movimiento, un comentario, una mirada... algo que le dijera por qué Kyle le estaba mintiendo tan descaradamente. 

Todas las cosas que le decía Kyle a Dylan, la manera en que le había tomado el rostro, cómo sus ojos reflejaban algo intenso siempre que se cruzaban con los del castaño... Se notaba que el de ojos verdes luchaba para mantenerse lejos, pero ¿por qué? ¿qué demonios había hecho Dylan para que Kyle creyera que debía hacer eso? Si todo lo que él quería era tenerlo cerca. 

En aquel momento, el castaño estaba recostado en su cama, contemplando el techo, perdiéndose en una infinidad de pensamientos, cuando alguien tocó la puerta. 

Su madre no esperó a que le diera autorización y entró con sigilo. 

Los padres de Dylan habían regresado el jueves y habían sido testigos de cómo su hijo salió ilusionado de casa para resolver un asunto, y luego lo vieron regresar con un aura que pudo haberse tragado toda la luz del universo. 

—Cariño, tienes visitas —le dijo Linda desde la puerta. 

—No quiero ver a nadie, mamá. 

Dylan se había pasado todo el sábado encerrado en su habitación y esperaba que pudiera terminar el día sin que nadie lo molestase, pero apenas iba cayendo la noche cuando el exterior por fin fue a tocar su puerta. 

—Pues yo no soy nadie, subnormal —espetó otra voz, ya demasiado conocida para saber quién era sin tener que volverse a verla. 

—¿«Subnormal»?  —repitió, más para sí, ignorando el hecho de que Baverly se había colado por la puerta y ahora caminaba hasta lograr sentarse a un lado de la cama. 

—Pues sí, subnormal porque ¿qué adolescente se queda en su casa un sábado en la noche cuando hay una fiesta en marcha a unas calles de aquí? —la chica alzó las cejas. No se necesitaba un genio para saber lo que la rubia insinuaba. 

Dylan no abandonó su posición en la cama, pero se volvió a la chica que lo miraba desde arriba. 

—Estoy seguro que muchos —dijo y volvió la mirada al techo. 

Su amiga suspiró. 

—Vamos, no te puedes quedar echado en la cama toda la vida esperando a que Kyle recapacite y se dé cuenta de lo mucho que quiere estar contigo. 

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