Castigados

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Dylan

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Dylan

El día había avanzado lento, como todos los lunes. Una de sus primeras clases era Cálculo y Dylan siempre salía con el cerebro en llamas de esa materia. Los números jamás habían sido sus amigos. Si había logrado pasar sus clases de matemáticas era porque tanto Baverly como Trevor lo ayudaban, pero a veces ni con su ayuda lograba entender. 

—No tengo ni idea de qué haré para el examen —les dijo a sus amigos al tiempo que entraban en la cafetería. 

Baverly rio. 

—Dylan, apenas vamos empezando clases. No te preocupes por exámenes todavía. 

Los tres recogieron su almuerzo y se fueron a sentar a una de las mesas más próximas a la ventana. Por suerte la cafetería aún no se había llenado, porque cuando era así era increíblemente difícil encontrar un lugar para los tres. 

—Solo hay una cosa por la que realmente tienes que preocuparte —le dijo su amiga una vez estuvieron acomodados en la mesa. Baverly se había sentado al lado de Trevor, ambos frente a Dylan—. Mi fiesta de cumpleaños. 

Tanto Dylan como Trevor soltaron un suspiro de exasperación. Bailey era de aquellas que se emocionaban demasiado por su cumpleaños y ya desde que empezaron las clases, su amiga había estado planeando su fiesta. Y, para ser sinceros, las fiestas de Baverly Gray no eran poca coas. Ella conocía prácticamente a la mitad de la escuela y, literalmente, una de sus cosas favoritas en todo el mundo eran las fiestas. Todos sabían que las suyas eran las mejores y Baverly nunca los había decepcionado. 

—¿Realmente tienes que hacer algo tan grande? —preguntó Trevor, igual de emocionado que Dylan—. No te basta con invitar a, no lo sé... ¿solo un cuarto de la escuela? 

La chica casi escupía su refresco. 

—Trevor Hill, recuerda que las fiestas de Baverly Gray siempre son las fiestas del año —dijo con tono dramático—. No puedo decepcionar a mi escuela. Tienen que ser a lo grande. 

De los tres, Baverly era la que estaba más emocionada por los últimos años de secundaria, obviamente. A Dylan le emocionaba, claro, pero por lo que él sentía emoción era por terminar la escuela, graduarse y poder marcharse de ese lugar, a uno en donde no connotaran su nombre a un fracaso de preparatoria. A Baverly lo que le emocionaba era la marca que dejaría antes de graduarse. 

—Estoy seguro que eso será lo que digas exactamente a la hora de ir a la universidad —intervino Dylan, divertido por la importancia que le estaba poniendo su amiga a una fiesta, y dijo lo siguiente imitando la actitud de Baverly—. «Son fiestas universitarias. Tienen que ser a lo grande». 

A su amiga se le cayó la mandíbula, mientras que Trevor y Dylan no hicieron ni el intento de retener la risa. Ambos chicos rieron por un rato, pero entonces la sonrisa de Trevor comenzó a disolverse casi en cámara lenta y se volvió a su amigo con cara seria. 

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