Absolutamente nada

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Dylan 

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Dylan 


¿Cuántas veces un chico podía terminarte sin hacer sido pareja nunca? Kyle había roto el récord. ¿Cuántas veces podías hacerte el necio para conseguir a la persona que te gusta? Pues Dylan había roto el récord. Y no, no de una manera escalofriante como la de un acosador. El punto era que Dylan sabía que el chico de ojos verdes quería estar con él, pero por una absurda razón no lo estaba y ahora no podía dejar de pensar que había algo que no le estaba contando. Las razones que le daba Kyle no eran válidas, no del todo. ¿Cómo un chico que respira problemas quería evitar una relación solo porque «sería muy complicado»?

No le contó nada de esto a sus amigos, por supuesto. Ni cuando Baverly lo llamó el domingo en la mañana para saber si estaba bien y para reprenderlo una y otra vez por su comportamiento, dejando la promesa antes de colgar de golpearlo cuando lo viera el lunes en la mañana. Lo que cumplió nomás verlo a primera hora. 

—¡Au! —se quejó Dylan, mientras se sobaba el brazo ahí donde aterrizó el puño de su amiga—. ¿Qué no me has reprendido lo suficiente ya? 

—Será suficiente cuando la culpa te coma por dentro por ponerme en peligro de muerte. 

Dylan soltó una leve risa, mientras cerraba su casillero y comenzaba a caminar con su amiga por el pasillo. 

—Creo que exageras, Bailey. 

Su amiga iba a protestar, pero fue interrumpida por Trevor, quien venía en sentido contrario con una sonrisa en el rostro. 

—¡Dyls! ¡Dame esos cinco! ¿Qué tal la resaca? —el chico fue levantando su mano para chocar los cinco mientras se acercaba. 

Ambos se quedaron con las manos al aire cuando Baverly intervino para darle un puñetazo adicional a Dylan, y aprovechando la ocasión para darle uno a Trevor también, quien se quejó como niño pequeño. 

—Ya no puedo llevarte a ninguna fiesta, Dylan —siguió hablando su amiga, aún en tono molesto—. Y a ti, Trevor, solo no te llevaré como castigo. 

Tanto Trevor como Dylan volvieron a soltar una risa, mientras los tres caminaban hacia su primera clase. Seguramente su amigo estaría pensando lo mismo que él, que Baverly actuaba como si fuera su madre. 

—Solo fue cosa de una vez —se defendió el castaño—. ¿Cuántas veces me has visto realmente borracho? 

—Solo una, pero no es la primera vez que armas un escándalo. ¿Acaso no recuerdas el numerito de mi cumpleaños? 

La sonrisa de ambos chicos se transformó en una mueca, aunque internamente Dylan quería reír por cómo Kyle terminó tomando el control de la pelea. Y, gracias a aquello, Murphy lo había dejado en paz. Por lo menos hasta el momento. 

Llegaron a su salón de historia. Baverly se sentó detrás de Trevor, casi al fondo del salón y Dylan tomó el pupitre al lado de su amigo. 

—Oye... ¿y Kyle...? ¿Te dijo algo ayer en la mañana? —la rubia lo tomó por sorpresa, inclinándose sobre el pupitre para bajar la voz  aún ser audible para los chicos. 

El castaño no les había contado nada cuando hablaron el domingo, porque ni siquiera había tocado el tema, lo omitió por completo, pero quizá debió recordar lo curiosa que era su amiga. 

Dylan hubiese preferido que mejor ni se lo mencionara. 

—¿Debería haberme dicho algo? —preguntó de manera desinteresada, a pesar de que recordaba muy bien las palabras de Kyle y le dolían cada vez más. 

Trevor y Baverly intercambiaron miradas, claramente confundidos por la nueva indiferencia que le estaba dando Dylan al asunto. 

—Así que, ¿no te dijo absolutamente nada? —siguió su amigo, tan metido en el asunto de los dos chicos como lo estaba Baverly, como si fuera la nueva novela de las tardes. 

El castaño suspiró y se giró al frente al tiempo que el maestro entraba al salón. 

Sí, quería contarles a sus amigos las últimas noticias, pero sabía lo frustrante que podía llegar a ser si solo terminaba hablando de Kyle con ellos. No quería aburrirlos con el tema y tampoco estaba dispuesto a escuchar reprimendas por no dejar ir al chico aun después de que este le haya mandado a volar tres veces. 

Frunció los labios, negando con la cabeza. 

—Absolutamente nada. 


Con toda la fuerza de voluntad del universo, Dylan pasó la semana sin ponerse en contacto con Kyle. Aunque claro, eso no quitaba el hecho de que el chico ocupaba la mayoría de sus pensamientos, todo el día, toda la noche. Se sentía como un adolescente enamorado de película. Era decir, sí, seguía siendo un adolescente, pero si estaba enamorado o no, solo el tiempo y los eventos de los siguientes días lo diría. Y, por si hacía falta mencionarlo: esto no le había pasado con Zoey. 

Por si no fuera poco preocuparse por la insistencia de sus amigos en el tema, sus padres habían regresado de su viaje y su hijo taciturno no pasó desapercibido para ellos, considerando que la última vez que lo vieron no estaba tan mal como en aquel momento. 

Su madre había hecho el esfuerzo de no preguntarle al respecto, pero fue el viernes en la cena cuando no pudo contenerse y terminó sacando el tema. Dylan, claro, fue vago con sus respuestas y la conversación simplemente murió. 

Así que, en la noche, el castaño terminó nuevamente tumbado en su cama, boca arriba, preguntándose por millonésima vez cómo podía sentirse tan miserable por un chico. 

Se podía decir que quedó en completo silencio, ya que el único sonido que podía escuchar era el de su propia voz interna, llevándolo a pensar millones de cosas, las cuales solo pudieron acallarse cuando el sueño lo dominó. 


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Lamento que sea tan corto, pero lo iré compensando poco a poco :)

The CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora