Prácticamente extraños

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Kyle 

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Kyle 


—Sí, creo que por fin lo entiendo. 

Kyle lo observó por el rabillo del ojo. 

—¿Lo dices en serio? 

El chico volvió a ojear su hoja de papel. 

—No. Sigo perdido. 

Todas las personas que lo conocían podían tomarlo como alguien muy poco paciente, pero la verdad era que Kyle tenía una increíble paciencia. Si fuera tan exasperado como solían etiquetarlo, solo Dios sabía qué hubiese sido de su vida. 

Lo que era nuevo para él era emplear su paciencia para enseñarle a alguien que seguía sin entender luego de tres explicaciones completas. 

Ese día, para Kyle había sido todo muy extraño. Había salido temprano del trabajo y directamente se encaminó a la casa del chico, quien le mandó su dirección por un mensaje de texto. Eso había sido una de las cosas más raras, considerando que Kyle solo tenía teléfono para estar al pendiente e su madre. Sí, era raro, pero era lo único que podía esperarse de un chico sin amigos. 

Lo segundo más extraño fue tener que presentarse a la madre de Dylan. Kyle no era bueno con los padres. Muchos chicos usaban ciertos encantos para agradarle a los adultos, pero ya era más que obvio que Kyle no poseía esos talentos. 

Y aquello era lo tercero. La increíble paciencia que parecía tener para explicarle a Dylan un tema de cálculo. Siempre que él se negativizaba diciendo que no entendería ni ese día ni nunca, Kyle lo hacía entrar en razón, de la manera más amable que podía. 

—Soy un desastre, Kyle. ¿Ya vez por qué necesito un tutor? —le decía el castaño—. Si renuncias ahora, no te culparé. 

—Basta, Carter. Te prometo que una vez entiendas esto, lo demás será incluso demasiado fácil. 

Esa vez fue la vencida. 

Luego de que Dylan empezara a comprender toda su tarea, los dos chicos se permitieron tomar un descanso de unos minutos. En ese descanso, la madre del chico fue a ofrecerles limonada. Aquello de ser bien recibido en casa ajena fue la cuarta cosa más extraña de su día. No era que siempre había sido echado a patadas de una casa, era el hecho de que nunca lo habían invitado a una. 

—Así que ¿van a la escuela juntos? —preguntó la señora, mientras que Kyle solo pedía una y otra vez que los dejaran solos. 

Simplemente no sabía como mantener una conversación amigable. 

—No, Kyle es del lado sur. 

Se volvió a la mujer, esperando una reacción de perplejidad. Para su sorpresa, la madre de Dylan no cambió su expresión de interés por conocer al tutor de su hijo. 

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