Miserable

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Kyle

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Kyle

Conseguir trabajo en el lado sur era un tanto más fácil que en muchos otros lugares. No porque hubiera una gran oferte de trabajo, sino porque en cualquier parte aceptaban personas que han tenido problemas con le ley. Kyle no era ninguna excepción. 

Moviendo algunas influencias por quién era su padre, había conseguido empleo en un bar que hacía de restaurante durante el día y lugar de reuniones para matones en la noche. Debido a que Kyle trabajaba en el mecánico, no podía tomar el trabajo de tiempo completo, pero con trabajar por las noches y los fines de semana, el dueño estaba dispuesto a pagarle sesenta y cinco dólares la semana. 

—No me mires así, muchacho —le decía el gerente, Porter. Un hombre entre los cuarenta y cinco y cincuenta años, con cabello oscuro e increíblemente abundante de piel morena más bajo que él—. Hay que pagarle al cocinero, al bartender y al chico de la caja. No es un restaurante de cinco estrellas, como verás y no ganamos mucho. 

Porter era un buen hombre, quien en su tiempo de juventud había recorrido esas mismas calles con su motocicleta junto al padre de Kyle. Sin embargo, el chico no lo conocía demasiado. Él y su padre habían tomando caminos diferentes y a ambos les había ido bien al principio, pero ahora era obvio quién había escogido el camino equivocado. 

Los sesenta y cinco dólares no eran una gran molestia para Kyle. Al menos le estarían pagando y, con los ciento veinte dólares que ya había conseguido al vender su música, no tendría que seguir trabajando por mucho tiempo en ese lugar. 

Lo que sí era un problema era el otro chico laborando en el turno de las noches. Kyle no había preguntado de antemano por sus compañeros, lo que había sido un gran error cuando se encontró con Zeke Ross. 

Zeke era parte de un grupo de matones que habían prometido hacerle la vida miserable a Kyle. Y como todo buen equipo, tenían a su capitán. Tadeo Lee quien, a pesar que no fuera realmente japonés, en el vecindario lo conocían como Tokio. Ese chico era quien más lo odiaba de los siete que eran y Kyle había corrido la mala suerte de siempre encontrarse con todos al mismo tiempo. Mientras ellos se turnaban para golpearlo, Kyle tenía que valerse por sí mismo. 

Habían tenido muchos encuentros a lo largo de los años, pero desde la vez en que Tokio había mandado a Kyle al hospital en un río de sangre, los encuentros habían sido menos violentos. Aunque eso era seguro porque Kyle prefería marcharse antes de recibir otra apuñalada en el abdomen. Ya suficiente tenía con una enorme cicatriz que no pasaba desapercibida a los ojos de nadie. ¿Y las demás? Esas eran un poco más discretas, pero seguían así. 

—¿Sigues pagando las cuentas del hospital, Montgomery? —le preguntó el chico de cabello castaño cenizo, largo hasta los hombros, de ojos color pardo y mandíbula angulosa. Era más bajo que Kyle, pero no más delgado. 

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