Viaje incómodo

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Kyle 

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Kyle 

La verdad era que Kyle no sabía por qué le había ofrecido a Dylan a acompañarlo. Era decir, el chico prácticamente se había autoinvitado, de manera implícita y él, por alguna razón, accedió a llevarlo consigo en lugar de lanzarle un comentario grosero. Aunque tenía que admitir que no iba a dejar al pobre solo varado en su escuela mientras Kyle buscaba los neumáticos. Ni siquiera sabía cuánto se tardaría. Si iba a hacer una buena acción, la haría como era debido. 

O eso era lo que se había repetido así mismo varias veces para no sentirse tan incómodo. 

Kyle buscó un cigarro en su bolsillo. No solía fumar sólo por fumar, pero aquella situación lo hacía aceptable. Necesitaba hacer algo, lo que fuera, para no sentirse tan... ¿cómo podía ponerlo? Tan fuera de lugar. Se lo llevó a la boca y lo encendió sin mucha prisa. Apenas le había dado una calada cuando sintió que Dylan se lo arrebataba de los labios. Sin que Kyle pudiera reaccionar a tiempo, el chico tiró el cigarrillo por la ventana del piloto. 

—Odio el cigarro, gracias por preguntar —dijo, sin volverse a verlo. 

—Pues tienes suerte, porque ese era el último —le respondió Kyle con una mezcla de irritación y decepción. 

—Bueno, entonces tal vez te abstengas de comprar más. 

Kyle levantó una ceja, intentando mantenerse sus comentarios para sí mismo. 

El silencio gobernó sobre el auto, hasta que Kyle decidió poner algo de música. Para él, todo podía solucionarse con música, hasta aligerar situaciones tensas como aquella. 

En las bocinas comenzó a sonar una canción de The Goo Goo Dolls, la cual pareció llamar la atención del castaño. 

—Me gusta The Goo Goo Dolls —admitió, luego de unos segundos—. Nunca se me pasó por la cabeza que tú los escucharas. 

Kyle soltó un intento de risa. 

—Siempre y cuando la música sea real, para mí está bien —se volvió al chico, sin mucho entusiasmo—. Al fin y al cabo, es el sentimiento lo que importa. 

Dylan solo asintió lentamente, abstraído. 

El auto volvió a quedarse en silencio. 

Mientras que ninguno de los dos hablaba, Kyle se concentró en la música y, sin darse cuenta, comenzaba a tamborilear con los dedos en el timón al ritmo de Slide. Fueron solo un par de segundos, hasta que se dio cuenta de cómo Dylan lo miraba. Entonces paró, recordando que no estaba solo. 

—Oye, Carter —llamó su atención, sin poder controlar la curiosidad que le había pegado cuando vio a los chicos ir en contra de Dylan—. Los matones de antes, los deportistas... ¿Acaso esos chicos no son tus compañeros de equipo? ¿No eres tú su capitán?

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