Ryan Atwood

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Dylan

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Dylan

Cómo Baverly había logrado convencer a Kyle de volver al auto era un misterio para Dylan. Después de la discusión, el castaño realmente creyó que el chico se arriesgaría ir a pie, aunque eso significara encontrarse con los matones del bar, pero este había cedido a las palabras de Baverly. Eso o realmente no estaba tan loco como para tomar el riesgo de meterse en otra pelea. 

Aunque también estaba la posibilidad de que Kyle simplemente hubiese aceptado la oferta porque le agradaba Baverly. Después de todo, su amiga siempre daba una buena primera impresión. Era difícil odiar a la chica. 

Llegaron al parque de tráilers en cuestión de minutos y su amiga dejó al chico frente a su casa. 

—Esperen aquí, si gustan —dijo el chico mientras salía del auto y caminaba despreocupadamente a la entrada de su casa. 

Dylan y Bailey salieron del auto, echándole un vistazo al lugar. No estaba tan mal, de hecho. Incluso parecía tranquilo. Kyle llamó a su perro desde la puerta y este salió corriendo a saludar a su dueño. Luego de eso, corrió hasta donde estaban los otros dos y, aunque Baverly se puso frente al perro, este se dirigió directo a donde Dylan descansaba recostado en el auto. 

Eso pareció impresionarlos a todos. 

—Parece que le agradaste —mencionó Kyle de mala gana. 

Dylan se agachó para acariciar al perro, mientras este le lamía la cara. A él siempre le habían gustado los perros y todos los años pedía uno a sus padres... 

—Vamos mamá, papá —les decía cuando ambos se encontraban en casa—. Ustedes nunca están, de cualquier modo. Me vendría bien un compañero. 

—Para eso tienes amigos, Dylan —le decía su padre sin despegar los ojos de su tablet—. Invítalos. No necesitas a un perro. 

Y su madre, como siempre, dejaba que su esposo tomara las decisiones. Aunque no era como si esperaba que convenciera a su padre. A ella tampoco le gustaban los animales. 

—Creo que nada duele más que el rechazo de un cachorro —decía Baverly en tono dramático, como si estuviera a punto de llorar. 

Dylan levantó la mirada un segundo, hacia Kyle, quien le devolvía la mirada con suspicacia. Como si fuera algo que no ocurriera con frecuencia, o como si Dylan le hubiese hecho algo a Fender para que este corriera directo a él. Sin embargo, aquello no duró mucho. El perro salió de las caricias de Dylan para vovler al lado de su dueño. 

—Gracias por el aventón —dijo de una manera tan seria que era difícil saber si realmente estaba agradecido—. ¿Un consejo? No vuelvan al lado sur si no saben en dónde se están metiendo. 

No esperó ninguna respuesta de los otros dos y cerró la puerta de golpe una vez Fender estaba dentro. 

Baverly y Dylan subieron al auto sin decir nada. 

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