Auge de la tormenta

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Dylan 

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Dylan 


A pesar de que hacía algunos fines de semana Dylan se había pasado todo el día tendido en la cama, era un hecho de que nunca le había gustado dormir hasta tarde. Por eso, ese sábado que ya se sentía mejor, se levantó a la hora usual e incluso había aprovechado la mañana para dar unas vueltas, pero antes, ya que sus padres se marchaban esa misma tarde, decidió comer con ellos, aunque hubiese estado evitándolos en las últimas tres semanas. Ambos se sintieron complacidos con su hijo a la mesa y se sintieron realmente felices de ver a Dylan con un poco más de ánimo.

Fue a medio día, en el que Dylan se encontraba organizando ciertas cosas en su habitación, que su madre lo tomó por sorpresa.

A la que más había evitado era a Linda, para ahorrarse la explicación de que había mencionado a un «él» en la conversación que habían tenido semanas atrás, cuando el chico estaba tan devastado por el rechazo de Kyle que no había salido de su habitación en todo el día.

Dylan se encontraba en el suelo, al pie de su cama, observando varias fotografías que había encontrado tanto en su caja de madera, como escondidas entre su librera. Cuando su madre entró, supo de inmediato en dónde terminaría la conversación. 

—Tu padre y yo nos iremos en unos minutos —le dijo la mujer al tiempo que se sentaba al lado de su hijo y tomaba algunas de las fotografías esparcidas en el suelo.

—¿Quieres que los vaya a dejar al aeropuerto? —preguntó sin volverse a su madre.

Que Dylan los llevara no era nada nuevo, pero desde hacía unos meses había dejado de ofrecerse.

—No es necesario, cariño, pediremos un taxi.

 Ahí murió la conversación durante unos minutos, pero el castaño no tenía la intención de ser quien la reavivara.

—¿Estas fotografías son nuevas? Nunca las había visto —señaló su madre al ver una con sus dos amigos en el lago.

—Las saqué esta mañana. 

Su madre continuó pasando las fotos nuevas y, aunque Dylan sintió el impulso por detenerla, no lo hizo. Sabía que tendría que hablar de lo que encontraría en las imágenes tarde o temprano.

—¿Y este chico? —preguntó la mujer cuando llegó a las fotografías en donde aparecía un Kyle distraído. Por suerte, la primera que encontró fue en la que el chico se encontraba solo y riendo, ignorando el hecho que una cámara estaba apuntando hacia él. 

Seguramente muchos creerían que estaría loco por imprimir la fotografía del chico que lo había hecho pedazos, pero Dylan lo había pensado muy bien. Las palabras de Baverly de la noche anterior se habían quedado muy marcadas en su cabeza. No quería ver fotos de Kyle y sentirse pésimo o resentido, quería verlas y recordar lo bien que se sentía cuando estaban juntos. Como una sensación cálida a la que siempre quería volver. Además, aquella era una muy buena foto. Era artística y deslumbrante. Cualquiera la hubiera guardado para admirarla un rato de vez en cuando.

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