¿Qué me has hecho?

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Kyle 

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Kyle 


Ojalá pudiera decirse que Kyle soñaba con mundos mejores en esas horas de la noche, cuando unos sonidos como golpes amenazaban con despertarlo, pero ese día había llegado tarde a casa, completamente exhausto y, a pesar de eso, le había costado todo un universo conciliar el sueño; así que ni se había dado cuenta de que se había quedado dormido hasta ese momento. Al principio no lograba orientarse, pero mientras los golpes iban aumentando, él volvía a la realidad. 

Fender también pareció molestarse por aquel sonido, porque salió de la cama de Kyle y empezó a dar vueltas por la habitación. 

Abrió los ojos parpadeando varias veces, dándose cuenta que los golpes que escuchaba venían de la ventana sobre su mesa de noche. Su perro comenzó a soltar pequeños ladridos dirigidos a las cortinas cerradas, pero Kyle lo silenció antes de que ladrara más fuerte y despertara a su madre. 

Extrañado, y aún un poco aturdido, corrió las cortinas solo para despertarse por completo con la sorpresa que le esperaba del otro lado. 

Dylan lo miraba expectante desde la ventana, dedicándole una mirada a Kyle que insinuaba que esperaba que le abriera. Cuando lo hizo, el perro traicionero de Fender subió las dos patas en la mesa de noche para asomar su nariz por la ventana, hasta dar con el chico, quien con solo acariciarlo un poco ya había logrado que este se moviera con frenesí, realmente contento de verlo. 

Kyle volvió a reprenderlo y con cuidado lo alejó de la ventana y se dirigió al castaño. 

—¿Carter? ¿Qué demonios haces aquí? —sí, lo había tratado con indiferencia, pero lo que Dylan no sabía, era que el corazón del de ojos verdes empezó había empezado a latir con fuerza. 

—¿Podemos hablar? —preguntó el chico con voz acallada, temiendo romper el silencio de la noche fría. 

Kyle se inclinó al reloj del despertador. 

—Son las dos de la mañana —estaba por soltar esas palabras alterado, pero tanto el sueño como su paciencia por el muchacho se lo impidieron—. Ve a casa, Carter. 

Estaba a punto de cerrar la ventana, pero este se lo impidió. 

—Por favor, Kyle —pidió, casi como un suplico—. No puedo dormir. 

Se tomó un minuto para escrutar la mirada de Dylan, ya totalmente despierto. 

—¿Está todo bien? —se atrevió a preguntar al darse cuenta de cierta sombra que cubría los ojos del chico, estando completamente seguro que no se debía a la escasez de luz. El castaño desvió la mirada por un segundo, lo que confirmó las sospechas del de ojos verdes. 

—Por favor —volvió a pedir el chico. 

Kyle suspiró, siendo consciente de que no tenía fuerzas suficientes para rechazar ese tipo de peticiones de Dylan. 

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