Derrotado

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Kyle

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Kyle

Por ser día sábado, en el taller lo dejaban salir antes. Justo entraba en casa de su madre cuando dieron las doce, siendo su husky el único que lo recibía día tras día cuando entraba por la puerta. No se molestó en revisar si había alguien más, sino que inmediatamente se fue a su habitación con su perro siguiéndolo de cerca. 

Una vez entró a su dormitorio, Fender fue a recostarse en su cama, con la vista siempre clavada en su dueño. 

Kyle suspiró. 

—¿De dónde voy a sacar seiscientos dólares? —se preguntó a sí mismo al tiempo que recorría el lugar con la mirada. 

Era cierto que trabajaba en el taller casi toda la semana, pero eso no quería decir que la paga fuera tremendamente buena. Además, los gastos que debía cubrir no le dejaban mucho de sobra. Había empezado a trabajar para poder ayudar a sus padres, nunca para beneficio propio, sobre todo ahora, que era él la única fuente de ingresos. 

Desvió los ojos hacia una de sus libreras, en donde en lugar de libros, mantenía vinilos y los discos que había comprado cuando era más joven. Era pequeña, pero estaba repleta de música. 

Se fue a sentar al suelo, al nivel del pequeño mueble de madera desgastada. Fender inmediatamente saltó de la cama solo para volver a recostarse a su lado. 

—¿Crees que las personas sigan comprando CD's? —le preguntó a su perro, admirando su colección—. No creo que sea la única persona que siga haciéndolo...

Sacó varias de las cajas y comenzó a revisar una por una. Kyle sabía que había varios que los tenía repetidos, porque eran los que su madre solía regalarle sin saber que él ya los había logrado comprar —o que había logrado robar—. 

Comenzó apartando los que por seguro no daría ni en un millón de años. Entre ellos, los de My Chemical Romance, Breaking Benjamin y Avenged Sevenfold. Luego estaban los que sabía que no le dolería tener que venderlos, como los de Blink-182, AFI y Thirty Seconds to Mars, a quienes había dejado de escuchar desde que cambiaron completamente su sonido.

—¿Aún habrá alguien que siga escuchando Placebo? —volvió a preguntarle a Fender, quien solo soltó un ladrido como respuesta—. Tienes razón, si no son ni de mi generación, mucho menos de la siguiente. 

Luego de apartar varios de los discos, se volvió a los vinilos. Se les quedó viendo un buen rato y luego suspiró. 

—Ninguna deuda es tan importante como para renunciar a los vinilos. 

Mantuvo la mirada fija un rato más en todos los discos que había sacado. No eran muchos. Si tenía suerte y lograba venderlos todos, ya tenía asegurados unos ciento cincuenta dólares. 

Asintió con la cabeza, asimilando la situación. Luego soltó todo el aire en sus pulmones, derrotado. 

Kyle terminó por recostarse completamente en el suelo, con la vista pegada en el bajo techo, esperando a que la solución le llegara como por magia o por una acción divina. 

—No puedo solo robar otros seiscientos dólares —siguió hablando consigo mismo—. Si me atrapan entonces estoy oficialmente muerto. 

A Kyle nunca le había preocupado si la policía llegaba a descubrirlo. La verdad es que lo habían hecho varias veces, pero siempre terminaba saliéndose con la suya. Sin embargo, aquella vez era diferente. Recordaba la última ocasión en que se encontró con una de las patrullas que circulaban por el vecindario... 

—Por favor, Kyle. Ésta ha sido la tercera vez que te encuentro robando en la abarrotería —le dijo fuera de la tienda—. Vas a devolver el encendedor y los cigarrillos que robaste. Y si vuelvo a enterarme de que robaste si quiera veinte dólares del suelo, ya no voy a protegerte, ¿de acuerdo?

Kyle se encogió de hombros. 

—No es robar si están en el suelo... 

—¿De acuerdo? —volvió a repetir, más severamente. Kyle solo asintió—. Si tu padre no fuera... 

—¡Sí, de acuerdo! Ya entendí —dijo de mala gana, intentando evitar que le volvieran a mencionar a su padre. 

De eso hacía dos meses. 

No era que no se hubiera metido en problemas desde entonces, era simplemente que no lo habían atrapado. Kyle negó con la cabeza, al tiempo que buscaba un cigarrillo en la bolsa de su pantalón. 

Fumar no era algo que hacía constantemente. De hecho, había intentando dejarlo, pero su vida estaba llena de tantos problemas que ni le veía el caso a dejar un mal hábito adicional. 

—Parezco un tonto adolescente —dijo al tiempo que sacaba una gran cantidad de humo. Fender gruñó a su lado—. No empieces, Fender. Dejé de ser un adolescente hace una vida ya. 

Unos golpes a la puerta interrumpieron la conversación son su mascota. Ni siquiera le dio tiempo de otorgar el permiso cuando esta se fue abriendo lentamente. Su madre se quedó recostada en el umbral, mientras miraba con cariño y diversión hacia su hijo. 

—¿Problemas? —preguntó su madre. 

—Vamos... sabes que soy mejor que eso. 

Ella asintió. 

—¿Una catástrofe, entonces?

Kyle sonrió, desviando la mirada. 

No podía decirle a su madre lo que había hecho. Según Bárbara, él ya había dejado la delincuencia muchos años atrás, luego de su segunda visita en la cárcel de la estación de policía del lado sur. No sin ir a parar al hospital primero. 

La verdad era que, desde esa última vez, hacía tres años ya, Kyle había procurado ser más cuidadoso. No se había vuelto repentinamente un niño bien, pero se mantenía alejado de peleas que sabía que no podía ganar. Y recordaba muy bien esa noche. 

La lluvia, la pelea, los cuchillos y la sangre. Mucha sangre. 

Sacudió la cabeza, intentando alejar ese recuerdo, a pesar de que lo perseguía todos los días de su vida, gracias a las cicatrices que se habían quedado como un souvenir. 

—Venía para decirte que Nick ganó un poco de dinero extra en el trabajo —continuó su madre, quien por el brillo de sus ojos se notaba verdaderamente emocionada—. Así que me llevará a cenar algo. Estaremos fuera el resto de la noche. 

Kyle levantó una ceja, volviendo su mirada al techo. Nick no había ganado ningún dinero extra, sino que lo había robado. Sin embargo, no quiso romperle esa ilusión a su madre. Al menos su tonto novio haría algo bueno con ese dinero. 

—No esperaré despierto —fue lo único que le dijo a su madre, para aprobar su salida de esa noche. 

—Deberías salir tú también —comentó—. ¿Por qué no invitas a uno de tus amigos a pasar el rato? 

—Sí, probablemente lo haré —concordó con su madre mientras le dedicaba un intento de sonrisa. Aunque más parecía una fina línea de sus labios. 

Bárbara por fin salió de la habitación y Kyle borró todo rastro de sonrisa —o intento de ella— de su rostro, luego suspiró. Su madre le había dicho que invitara a uno de sus amigos a pasar el rato. Quizá no era tan mala idea. 

—¿Qué dices, Fender? —preguntó volviéndose a su único amigo—. ¿Quieres hacer algo esta noche? 

The CrashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora