Epílogo

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Dos meses después

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Dos meses después

—Por favor contesta, por favor contesta —repetía Dylan ante el sonido del teléfono, pero no le sorprendería si sus plegarias no fueran respondidas. Después de cómo habían dejado las cosas, que Kyle le contestara era casi imposible.

Mientras, el chico de ojos verdes se encontraba en su apartamento, el cual apenas unos días atrás aún había estado lleno de cajas por todo el pasillo. Una manera inconsciente que Kyle tenía para evitar afrontar el hecho de que aquella era su nueva vida.

Aunque no estaba mal, debía admitir.

—Kyle, dulce, te están llamando —le dijo la chica sentada en el sofá.

—¿Quién es? —preguntó este mientras levantaba la mirada de lo que estaba preparando.

—No lo sé, no puedo levantarme.

Dejó lo que estaba haciendo y caminó hasta la sala de estar. Le echó un vistazo nuevamente a la chica, quien se encontraba sentada con los pies reposados en la mesa de café y una infinidad de hojas cubriendo sus piernas.

El teléfono estaba bocabajo, por lo cual solo lo tomó sin ver el nombre en la pantalla. 

El teléfono estaba bocabajo, por lo cuál solo lo tomó sin ver el nombre en la pantalla.

—¿Quién es? —le preguntó la chica en el sofá sin levantar la mirada de sus hojas.

Él no le contestó, simplemente se encogió de hombros y se llevó el teléfono a la oreja. No había muchas personas que lo llamaran, así que seguro era su madre o su jefe.

—¿Hola? —dijo de manera desinteresada.

Dylan se quedó congelado. No podía ser que realmente le hubiese respondido. ¿Ahora qué le diría?

—Hola, Kyle —sí, buen comienzo. 

Esa vez fue el de ojos verdes el que se quedó inmóvil de su camino a la cocina. El corazón comenzó a latirle fuerte y se había quedado completamente sin habla. Le dio un vistazo a la chica en la sala de estar y, sin decirle nada, se encaminó a su habitación rápidamente y cerró la puerta, para evitar que lo escuchara.

—Carter —logró decir, al tiempo que tragaba saliva y ganaba fuerzas—. No creí que fueras a llamar.

Dylan sonrió.

—Y yo no creí que fueras a contestar —eso hizo que Kyle sonriera del otro lado, aunque no podía creer que Dylan pensara eso.

Hubo un momento de silencio, en el cual ambos chicos pensaron en qué más decir.

—¿Cómo... cómo estás? —intentó hablar el de ojos verdes—. Es decir... tu herida... 

El castaño instintivamente se llevó la mano al costado del abdomen.

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