Percibe el colorido y gran cartel desde la distancia y echa a correr atravesando los aparcamientos. Las puertas de cristal se abren automáticamente y entra en el establecimiento tratando de no llamar demasiado la atención. Enseguida localiza a Louis a unos pocos metros tras el mostrador y, en lugar de acercarse para hablar con él, prefiere quedarse apartada de brazos cruzados, observándolo. Parece muy concentrado escribiendo algo en una libreta, seguramente aprovechando la ausencia de clientes para estudiar algo del próximo examen.
De pronto un niño de unos cuatro años se acerca al mostrador y se pone de puntillas tratando de visualizar a Louis, que lleva su camiseta con las letras de la juguetería grabadas. El pequeño le pregunta con dificultad el precio del juguete que sostiene en sus manos y es entonces cuando Louis deja lo que está haciendo para responderle. Le informa sobre el precio con una gran sonrisa y luego le suelta una broma al niño que le hace reír.
Laia, mientras, sigue observándole de incógnito. Le resulta admirable el trato tan agradable que tiene con los niños y que le sale de forma tan natural. Es como si tuviese un don especial para tratarlos. Le ha visto en más ocasiones y siempre acaba sacándole sonrisas a cualquiera que pasa por la tienda, incluso se ha puesto a jugar con ellos como si fuese uno más.
El rubito desaparece por los pasillos y Louis retoma su libreta. ¿No se va a dar cuenta nunca de que Laia lo está mirando?
—Disculpa, ¿trabajas aquí? —Decide acabar con el espionaje y se coloca frente al mostrador con una sonrisa.
Él inmediatamente cierra la libreta de un golpe y levanta la cabeza. Sus ojos azules la miran con alivio y se le relaja todo el cuerpo visiblemente. Parece que temía que fuera otra persona.
—Sí, es lo que pone aquí. —Señala un carnet que llevaba sujeto a la camiseta y que dice claramente que es empleado, junto a su nombre y apellido.
—Tendré que pasarme más a menudo por las jugueterías si todos los empleados son igual de atractivos que tú. —Le sonríe tras su propia broma y trata de husmear en la libreta, sin embargo él la aparta del mostrador con velocidad. El chico la custodia con tal afán como si ahí hubiese escrito un gran secreto.
—No en todas las jugueterías, solo en esta. Además, tenemos un veinte por ciento de descuento en todos los juguetes.
—Genial. Lo tendré en cuenta cuando venga a comprarle el regalo de cumpleaños a mi hija, dentro de unos diez años más o menos.
Louis se ríe formándosele unas pequeñas arrugas en los ojos y luego se pasa la mano por su pelo castaño.
—¿Qué haces aquí, por cierto? ¿Has venido a llevarte la última Nancy que ha salido? Acaban de llegarme.
—He venido para hacerte compañía un rato. ¿Qué hacías? Espero que estuvieras estudiando historia.
—Claro —afirma Louis asintiendo repetidas veces con la cabeza pero luego una sonrisa delatadora se escapa de sus labios.
—No es cierto. —Le arrebata la libreta en un momento de despiste y descubre un montón de dibujos y garabatos sin sentido—. Louis... —Se echa a reír para después apretar los labios y ponerse seria.
—Ya sé lo que vas a decirme. —Se apresura él a decir quitándole la libreta de las manos—. Pero estoy en el trabajo, no puedo estudiar aquí.
—¿Cuándo lo vas a hacer entonces? Esto te quita demasiado tiempo que necesitas para llevar bien el instituto.
—Lo sé, pero necesito el dinero. No puedo seguir conduciendo ilegalmente el coche de mi madre el resto de la vida.
—Sabes que yo puedo ayudarte con el dinero, Louis. Lo que necesites.
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfiction• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...