Después de haber limpiado con una toalla los pequeños charcos de agua en el parquet causantes de la recién caída de su madre, se pregunta qué habría querido decirle antes. Se ha resbalado a escasos metros de s habitación, lo que significa que tenía intención de comentarle algo. Lo único que se le pasa por la cabeza es algo relacionado con la reciente noticia sobre su hermano pero, fuera lo que fuera, se ha quedado sin saberlo.
Su estómago ruge entonces y le hace recordar que es la hora del almuerzo. No le da más vueltas a la cara que se le quedó a su madre cuando ella solo trataba de disculparse y baja inmediatamente al piso inferior.
Una vez que llega al comedor muestra una expresión confusa, entre la soledad y el silencio. La gran mesa ovalada de madera está limpia y despejada, sin indicio de que vaya a haber una comida. ¿Y los platos? ¿Y la gente?—¿Mamá? —llama, dirigiéndose al salón. Pasa junto a los sofás y sigue de largo hasta llegar al pie de la escalera—. ¿Mamá? —grita más fuerte, sin embargo continúa sin obtener una respuesta.
Sube de nuevo y torciendo a la derecha avanza por todo el pasillo. El pasillo de la derecha es una parte de la casa por la que apenas suele ir. Allí se encuentra la habitación de invitados que, muy pocas veces los hay, el cuarto de baño principal inútil para ella ya que su habitación dispone de uno propio. También la habitación de Sam, en desuso, pero prácticamente intacta desde que se fue. Y por último, la estancia casi prohibida para todos los miembros de su pequeña familia: el despacho de su madre. En muy pocas ocasiones ha entrado. No quiere que nadie la moleste mientras trabaja, lo que viene siendo la mayor parte del día. Cuando no está en su despacho, está por ahí de reunión en reunión. En fin, no es nada fácil ser la propietaria de unos de los salones de belleza más importantes del país, según ella, con no sé cuántos locales en total. Ni recuerda el número, aunque tampoco es que le interese.
Cada vez que le ha dicho que ya no pasan tanto tiempo en familia como antes, su madre le suelta ese discurso. Cada vez que intenta hablarle de los problemas que está teniendo con su padre, también le suelta lo mismo. Se excusa todo el tiempo con su trabajo, y ella no puede hacer al respecto.—¿Mamá? —repite una vez más y acerca el oído hasta tocar la madera de la puerta. Propina dos pequeños golpes en ella con sus nudillos y espera una contestación. Pocos segundos después se escucha el sonido del cerrojo y la puerta se abre seguidamente.
—¿Sí? —Muestra visiblemente una sonrisa, quizá algo forzada, y espera la respuesta de su hija, con impaciencia. Laia sabe perfectamente que le está haciendo perder unos segundos de su valioso tiempo.
—¿No vamos a comer?
—Yo comí antes de que llegaras. Tengo mucho que hacer y necesitaba adelantar. Puedes comer tú, si quieres. Victoria ha hecho una pasta muy buena. Está en la cocina —contesta con rapidez, claramente para acabar la explicación lo antes posible y poder continuar con lo suyo.
—¿Y papá?
—Tu padre y sus continuos retrasos... —murmura rodando los ojos y frunciendo los labios—. Haz lo que quieras, pero dudo que llegue pronto —concluye, y sin esperar más conversación, cierra la puerta de un golpe.
Laia le murmura un "vale" aún sabiendo que ya no puede escucharla. Otro día que almuerza sin compañía. Se está volviendo una rutina. La hora del almuerzo y la cena eran los únicos momentos del día en los que estaban juntos, y ya cada uno come por su lado.
Mastica la pasta con desgana, y no porque Victoria no haya hecho una buena comida, mientras piensa en sus padres y qué va a ser lo siguiente que los separe aún más en la familia. No tiene ni idea de cómo ha llegado a esa situación, ni tampoco por qué. Si pregunta, nadie se digna a responder. Nadie habla con nadie en esa casa. Mientras siga siendo así, y no vuelva otra discusión más... Se pregunta cómo reaccionará Sam, si regresa con ellos, ante lo que está pasando. Él no tiene ni idea de que su familia ya no es precisamente una familia.
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfiction• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...