QUINCE

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Ata los cordones de sus botas altas de color negro y coge su bolso, asegurándose antes de llevar dinero suficiente, y se mira en el espejo. Se ha puesto un vestido negro suelto e informal, una chaqueta de color verde militar y unas medias finas, negras también. Cepilla un poco su pelo liso dejándolo sin nudos y se pulveriza perfume por todas partes. Coge su móvil nuevo y sale de su habitación.

-¡Uh...! -Su hermano silba mirándola de arriba a abajo-. ¿Adónde vas, princesa?

-No seas idiota. No es asunto tuyo. -Baja el último escalón y sigue de largo.

-Te recomiendo que lleves un paraguas -le dice, bebiendo de su lata de Coca-Cola y se coloca una toalla blanca al hombro.

-¿Está lloviendo? -pregunta alarmada. Todos sus planes se han fastidiado.

-No, todavía. Pero no tardará en llover. Hazme caso. -Guiña un ojo y sigue su camino hasta el cuarto de hacer ejercicio.

Suspira molesta y rápidamente vuelve a su habitación a por un paraguas.

***

-¿Qué vas a hacer después de entrenar? -le pregunta mientras van de camino al campo.

-Nada especial. ¿Por qué lo preguntas? -Louis camina junto a ella con el equipaje puesto y una mochila colgada de un solo hombro.

-Te propongo un cosa...

-Umm... -Él sonríe-. Me das miedo.

-¡No es nada! Solo que me acompañes para ir de compras.

-¿Qué? Oh, no. -Niega con la cabeza-. Laia, esto se nos va de las manos. Solo faltaría que quedáramos para pintarnos las uñas y hacernos peinados.

Ella se echa a reír.

-No tiene gracia -le dice él, ocultando una sonrisa.

-Sí la tiene. Te estoy imaginando y... -Vuelve a reírse-. Venga, Louis. No me pierdo nunca ninguno de tus partidos, y te acompaño siempre que puedo a los entrenamientos.

-Chantaje.

-¿Para qué son los mejores amigos si no? ¿Cuántos «por favor» y cuántos «te quiero» tengo que decirte para que me digas que sí?

-Laia...

-Voy a comprarme el vestido de la boda. ¡Necesito que me aconsejes para elegirlo!

-¿Vas a dejar que yo te aconseje? -Sonríe otra vez-. Para eso están las chicas. Pídeselo a Andrea.

-La he llamado, pero no tiene ganas de nada, como comprenderás.

-Entonces soy tu segunda opción. -Levanta una ceja y la mira.

-No es cierto. Eres mi primera opción.

-¿Ah, sí?

-Por supuesto. Siempre lo eres -añade y él se ríe porque sabe que le está haciendo la pelota para convencerlo-. Es más... ¿Ya tienes tu traje? ¿A que no? Pues te lo compras hoy. ¿Qué más motivos quieres?

-Yo...

-Por favor. Por favor. Por favor. Por favor -suplica, como una cría.

-Para...

-Por favor. Por favor. Por favor...

-¡Vale, vale!

-¡Sí! -exclama y luego acompaña su exclamación con una risa. 

-Que persuasiva puedes llegar a ser.

Ella le sonríe, satisfecha.

-Traes ropa para cambiarte, ¿verdad? -le pregunta cuando ya han llegado al campo. Él asiente.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora