Andrea se pone en pie con su actitud decidida característica y le hace un gesto con la cabeza a Laia.
-Vamos.
-¿Qué? ¿Adónde?
-¿Tú qué crees? Con la gente. -La chica tira de su brazo obligándola a levantarse. Laia, como puede, coge su mochila y la sigue sin oponerse-. Oye, ¿y Ari? Últimamente no hay quien le vea pelo.
-Pues como para no verlo... -murmura Laia con una sonrisa, sin maldad. Su pelo rizado y voluminoso se ve a kilómetros. Aunque es cierto que casi ni ha hablado con ella y ni la ha visto estos días. No le había dado importancia, creyó que la culpa era suya por estar tan centrada en otros temas.
-La noto extraña desde hace unos días, ¿no crees?
Laia asiente y ambas recuerdan a la vez la noche en la que salieron, el cambio físico repentino, y luego su vuelta a la normalidad.
-Ya sabes... Es tímida y muy reservada para sus cosas. Además, su situación en casa debe influirle, aunque parezca que es una tontería.
-Ya. No me gustaría saber lo que se siente al no tener una figura materna -dice Andrea.
-Mi figura materna es intermitente: a veces está y a veces no.
Andrea sonríe por el comentario. Ahora que Laia sabe por qué sus padres no son los mismos de antes, comprende más a su madre. Obviamente la quiere y nunca ha dejado de hacerlo, pero le ha faltado en tantas ocasiones que ya pensaba que no le importaba. Ahora la entiende, un poco, pero sigue sin justificar su comportamiento.
Los torneos se celebran en la cancha interior del instituto por lo que las dos chicas se acercan solitarias hasta allí.
-Mi padre quería actividades para los alumnos, y se le ocurre fútbol. En fin... -se queja rodando los ojos.
-No te quejes tanto. Eres una quejica, todo el tiempo.
-Pero, ¿qué dices? No es cierto -protesta Laia y ambas se echan a reír.
Los dos equipos juegan ocupando el campo mientras que medio instituto hace de público ocupando gran parte de las gradas. Gritan, animan, aplauden... Sobre todo los chicos. Las chicas, (exceptuando a algunas fanáticas del deporte), están allí para alegrarse la vista viendo a los chicos jugar. Y Laia está allí porque no tiene nada mejor que hacer, y porque su amiga la quejica la ha obligado.
Andrea busca con la mirada asientos libres y, para su sorpresa, se encuentra con Ariana saludando desde la distancia. La de los rizos agita las manos mostrándoles que hay sitio a su lado.
-Hablando de la reina de Roma... -salta Andrea y tira de Laia para ir hasta la chica.
Ari les sonríe mientras se sientan.
-¿Qué hacías aquí sola? -le pregunta Laia por encima del ruido.
-Supuse que todo el mundo estaría hoy presenciando el primer partido, pero veo que vosotras no. -Se encoge de hombros y vuelve la vista hacia los jugadores.
-¡Pero si es Isaac! -exclama Laia cuando lo ve formando parte de uno de los dos equipos que juegan. La chica grita su nombre y lo anima con palmadas pero el rubio está concentrado en el partido y no lo escucha.
Andrea hace una mueca. Solo hace unos minutos de que se enteró de este jaleo. ¿Cómo es posible? Siempre es la primera en saber todo. Sus ojos verdes recorren todas las gradas, observando al resto de estudiantes, luego divisa a Louis en una esquina del área de juego, no muy lejos de ellas. Sobre una mesa tiene una libreta, un bolígrafo y un cronómetro en sus manos. Está solo, y a su lado hay una silla vacía.
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfiction• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...