VEINTICINCO

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Las enormes puertas de cristal se abren a su paso. Decenas de personas bien vestidas, perfumadas y cargadas de bolsas van de un lado a otro. Ambos se miran la ropa y sonríen.

-Lo nuestro es glamour -comenta Laia por sus ropas de deporte. Le daría vergüenza en cualquier otra ocasión, pero él también está en las mismas condiciones así que no le importa. Incluso Dustin lleva una mochila de donde ha sacado botellas de agua y una toalla cuando estaban jugando al tenis. El chico sonríe y se acerca más a ella. Ella le corresponde con otra sonrisa. Ha accedido a ir de compras con ella y no ha tenido que suplicarle en ningún momento, eso es una buena señal.

Laia comienza su búsqueda. Tiene que ser algo oscuro, corto pero sin exagerar, y llamativo.
Mientras pasea por delante de las tiendas buscando su favorita, charla con Dustin. Este se ríe por un comentario que hace Laia, y luego, como quien no quiere la cosa, coge su mano entrelazando sus dedos. Ella se queda observando las manos unidas por un instante, un instante en el que el corazón se le sube a la garganta, hasta que muestra una sonrisa y siguen andando, de la mano, como una pareja que se conociese de siempre, o al menos de mucho más tiempo.

***

A Ari le habían salido los planes redondos. No hizo falta convencer a su padre para que dejara a las hermanas solas durante las compras. Él simplemente prefirió quedarse en una cafetería bebiendo un café con leche mientras emitían en la pantalla del local un partido de fútbol. «Las compras son para las chicas» les dijo y las dejó libres.

-¿Vas a comprar libros otra vez? -pregunta Eider de la mano de su hermana mayor.

-No, Eider. Esta vez no.

Tira de ella hasta la tienda de videojuegos. Le compra lo que quiere en primer lugar y así estará contenta y satisfecha todo el tiempo en que ella esté comprando. No le dará la lata de esa forma.

-¡Eres la mejor! -exclama cuando tiene su regalo en las manos.

-Claro... Cuando te interesa soy la mejor -contesta Ariana y luego le sonríe.

La mayor suspira, con decisión. Va a dejar de ser la sosa y aburrida. Sí.

***

Laia llega a la tienda que buscaba. Le brillan los ojos con solo leer el cartel. Toda la ropa de allí es absolutamente perfecta. Lástima que no lleva mucho dinero encima. Será mejor que solo se centre en el vestido de mañana.

-¡Es aquí, vamos! -le apura ella tirando de su brazo.

Llevan todo el tiempo de manos. Al principio le resultó extraño, se puso un tanto nerviosa durante los primeros segundos, sin embargo ahora está más cómoda y relajada que nunca. Es su tienda, es su terreno, y le gusta ese chico.

-¿Voy a ser tu asesor de moda? -le pregunta Dustin con una sonrisa.

-¡Si quieres!

Pero no le hace falta rebuscar demasiado. Por impulso, levanta la vista y mira casi al fondo de la tienda, a la pared del frente. Iluminado por decenas de bombillas blancas destaca un maniquí con un vestido negro ceñido, por encima de la rodilla lleno de delgados y largos flecos. La tela negra es brillante y llamativa.

-Es... ideal -murmura y corre a por él sin más. No le hace falta mirar otro ni detenerse en ningún perchero, ese es el elegido.

Sin pensárselo se dirige el probador mientras que Dustin la sigue de cerca y espera fuera a que se cambie.

Una vez que lo tiene puesto, se mira al espejo. Le queda como un guante, como si hubiese sido confeccionado especialmente para ella, aunque claramente con más altura con los tacones le sentará mucho mejor.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora